SEVILLA 24.6.2020 / Jose Manuel García Bautista
Toda persona que padece trastornos de naturaleza preternatural, por parte de diablos o espíritus malignos manifestados en casas, oficinas o en objetos y incluso en animales domésticos se dice que está/n infestados.
Orígenes escribía sobre ello en los principios del Cristianismo y de cómo se hacían exorcismos. Sobre los casos de infestación y del ritual del exorcismo explicaba: “La presencia del Diablo y de los demás demonios se manifiesta y se concreta no sólo en el caso de personas tentadas o poseídas, sino también cuando cosas y lugares se han hecho de alguna manera objeto de la acción diabólica…” (Ritual Romano, Rito de los exorcismos y oraciones por circunstancias particulares, Libreria Editrice Vaticana).
Así los demonios podrían molestar de forma indirecta con ruidos inexplicables en casa, en el techo, en el suelo o en las paredes, en las puertas y ventanas y en los muebles.
Atenedoro tenía una casa infestada siendo el hogar del filósofo ateniense el primer episodio documentado de infestación en el siglo I.
Plinio el Joven (años 61-113 aproximadamente), sobrino de Plinio el Viejo, narraba como en una casa en Atenas infestada por un fantasma de aspecto misterioso arrastraba gruesas cadenas.
Pero volviendo a casa del filósofo Atenodoro se dice que la primera noche el fantasma se le apareció y lo invitó a seguirle, al comprobar la desantención del humano le insistió con rabia, así que Atenodoro siguió al espíritu llevándole al jardín e indicó un lugar, allí, en ese momento, desapareció.
Atenodoro contó lo sucedido a las autoridades que excavaron en ese punto del jardín en el que se halló el esqueleto de un hombre encadenado. Se le dio sepultura y se bendijo el sitio, desde entonces cesaron las apariciones del fantasma.