MISTERIO

Fenómenos extraños en las viejas oficinas municipales

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SEVILLA 19.4.2020 / Jose Manuel García Bautista 6

Los edificios públicos, sin importar la Administración a quién pertenezca, suelen ocupar espacios con una amplia tradición e Historia, construidos hace siglos y con un largo pasado a sus “espaldas” son los lugares idóneos en los que se producen manifestaciones que pueden ser tildadas de inexplicables.

Es lo que ocurre con un lugar muy especial del casco antiguo de Sevilla, del edificio que ocupó las Oficinas del Ayuntamiento de Sevilla en la calle Pajaritos, lugar donde se trataban de recurrir las multas y realizar los pagos de recibos de impuestos y demás. Allí es donde nos detendremos para ser partícipes de una historia oficialmente imposible.

Hace ya unos años un agente de Policía pidió el traslado al servicio de “Custodia” y donde se vigila este tipo de edificios públicos. Aquel agente, ya con una edad, prefería alejarse de las calles y pasar a un servicio un poco más relajado como podía ser este. Vivía cerca de la zona de la Alfalfa sevillana y pensó que no había mejor sitio que este, cerca de su casa y sin la necesidad de coger su coche para el desplazamiento, todo eran ventajas.

Cuando lo comentó entre sus compañeros hubo alguno que le advirtió: “¿Allí te quieres ir? Yo me lo pensaba dos veces que el sitio no invita, además dicen que pasan “cosas raras”, pregunta a los de día y ya verás”. Pero nuestro protagonista creía que aquello era un cuento, un “asustaviejas” que no tenía ningún sentido.

El traslado fue aprobado y comenzó a trabajar en el edificio, todo parecía ir bien, todo parecía ser comentarios y rumores infundados hasta una noche de mayo en el que todo eso cambió… Se encontraba cenando un bocadillo y al terminar hizo una pelota con el papel de aluminio que, posteriormente, tiró a la papelera.

Comenzó a hacer una ronda por el edificio y, de repente, le tiraron algo, al volverse se encontró con la pelota que acababa de hacer con la protección de su cena. Pensó que se habría podido “pegar, por electricidad estática, a la lana del pantalón”, por buscarle una explicación lógica y racional sin caer en miedos sobre aquel lugar.

Siguió la ronda y subió a la planta superior, durante la misma sintió como algo le impactaba, al girarse, en el suelo, lo que vio fue la misma pelota de papel de aluminio que, pocos minutos antes, había dejado en el suelo. ¿Cómo era posible? Ahí sí comenzó a pensar en cosas raras…

Al día siguiente se encontraba sentado en una mesa “estaba liado con un Sudoku, la noche no invitaba a nada, llovía a cántaros, propio de mayo por aquí. Además hacía frío o a mí allí me lo parecía. Hubo un momento en el que me comenzó a molestar el cinturón, sabía que no debía, pero me lo quité. En el cinto llevamos el arma y otras cosas. Lo dejé a mi mano derecha en la mesa. Hubo un momento en el que se fue la luz y al venir, sorpresa, el cinturón no estaba. Me puse muy nervioso, si pierdes el arma tienes una sanción (suspensión) muy fuerte, es grave. Busqué por todo el edificio y no lo encontré. Sólo me quedaba un sitio por mirar: el sótano. Bajé y al final del pasillo, colgado del pomo de una puerta estaba el cinturón como pude alargué la mano y lo cogí. Me fui para la puerta y estuve allí fumando el resto del tiempo, ya tenía la certeza que pasaba algo, no tenía dudas”, relataba impresionado.

“La última noche quise llevar algo que atestiguara todo lo que iba a contar para pedir un nuevo traslado, cogí la grabadora del móvil y me puse a grabar todo lo que raro hubiera aquella noche. No pasó nada inicialmente pero a eso de las tres de la mañana sentí como si algo me llamada, era un siseo, el típico “sss sss” que miras y no ves a nadie, pensé que podía ser una paloma o algo que se hubiera colado que no era de extrañar. No eché más cuenta, pero poco tiempo después dijeron claramente mi nombre, y luego otra vez…” explicaba.

Con la firme decisión de grabar lo que sucedía decidió tomar el móvil, ponerlo en modo de grabación y subir a la planta alta. Grabando comenzó a caminar por el pasillo del edificio, poco a poco, paso a paso, y sintió como “algo” lo tocaba…, y otra vez… “No eran sensaciones mías, no lo eran, algo me estaba tocando… Fue entonces cuando dije: ¿Hay alguien más aquí? Y se escuchó delante de mí una voz áspera que respondía: “Mira bien”. Fue tan clara, tan delante de mí, que salí espantado de allí”, a la mañana siguiente pidió el traslado, traslado que le fue aceptado.

Siempre hay que mirar en el pasado de un lugar y en el pasado del edificio están las epidemias de peste que sufrió Sevilla en otras épocas, en otros siglos, cuando los cadáveres se dejaban en las puertas de los edificios y el “carro de la muerte” se los llevaba…, había edificios que los mantenía “conservados” en la fresquera, en una habitación fría que mantenía de la corrupción más inmediata –y la putrefacción- a los mismos.

Curiosamente este edificio tenía (tiene) una zona que podía actuar como tal, en el sótano, justo donde nuestro protagonista encontró el cinturón colgado… ¿Casualidad?

El pasado siempre sale y da respuestas, puede que esta sólo sea una respuesta de trabajo, una hipótesis, o puede que esté en lo cierto, lo realmente verdadero es lo que, inexcusablemente, sucede en el interior del mismo.

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