SEVILLA 12.9.2020 / Jose Manuel García Bautista
En nuestra vida cotidiana estamos rodeados de signos y símbolos que en muchas ocasiones desconocemos su origen y la razón de su existencia. Quizás el más conocido sea el de la Cruz, abrazado en todo el cristianismo y con una clara simbología.
Pero profundicemos en su origen. Evidentemente la cruz se relaciona directamente con el martirio y muerte de Jesucristo en el monte Gólgota allá por el año 33 d.C. (aproximadamente). Su crucifixión dio origen a que la cruz tuviera una fuerte significación entre los seguidores de la, por aquel entonces, “secta cristiana”.
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El origen del símbolo lo encontramos estrechamente relacionado con el emperador Constantino II “El Grande” -que nació en el año 280 d.C. y falleció en el 337 d.C.-.
Su biógrafo, Eusebio Pánfilo, narra que el emperador romano iba camino de Majencio, en el año 312 d.C., donde debía librarse una decisiva batalla, la que a la postre sería la batalla de Puente Milvio, cuando se produjo un hecho calificado de milagroso, de revelador.
El hecho es que Constantino II vio aparecerse ante sí una cruz, una gran cruz rodeada de una inscripción que decía “In hoc signo vinces”, que traducido al castellano sería “Con este signo vencerás”. Aquello dejó sin palabras al emperador, que más temeroso que convencido, considerándolo una señal -los romanos eran muy supersticiosos-, decidió que su ejército portara aquel signo.
Ordenó que en los estandartes y lábaros de sus soldados se grabara el signo de la cruz con la inscripción que había leído. Constantino II logró la ansiada victoria en la batalla, victoria que ni él mismo tenía clara porque en el fragor de la misma cualquier cosa era posible, hasta la derrota.
Años después, en el 325 d.C., en el primer Concilio de Nicea, el emperador decretó que aquel signo de la cruz fuera el símbolo de la religión cristiana y pasara a ser un elemento fácilmente reconocible desde la antigüedad hasta nuestros días.
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