SEVILLA 2.5.2020 / Jose Manuel García Bautista
Habitualmente solemos escuchar como los expertos nos dicen que los animales tienen un sexto sentido muy especial, un sexto sentido que lo hace sensibles y les permiten acceder a otros planos a los que el ser humano no puede…
Quizás eso es lo que le iba a suceder a un chico, a Brady, que tenía una afición muy especial: las palomas. Solía ir a un lugar cercano a casa y cuidarlas. Un día encontró a una de ellas malherida. Brady la tomó en sus manos y comenzó a cuidarla. La curó y alimentó y en una de sus patas puso un número: el 167.
Pasó un año y Brady se puso enfermo debiendo ser operado de urgencias en un hospital que se encontraba en una localidad distante de su casa. Mientras se recuperaba en la cama de centro hospitalario sintió un golpeteo en el cristal de la ventana.
Miró y había una paloma, pidió a una enfermera que abriera la venta y aquel animal entró en la habitación posándose sobre el pecho de Brady, este la tomó en sus manos y en una pata ¡sorpresa! El número 167, era la misma paloma que había curado y cuidado un año antes.
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