Redacción 24.4.2020.-
Cada día que pasa, la crisis financiera mundial de 2008, parece cada vez más un preludio para la catástrofe económica en la que estamos inmersos.
Es claro, que los datos económicos que estamos recibiendo a nivel mundial ratifican que se está produciendo a corto plazo un colapso en la producción mundial que supera cualquier recesión en los últimos 100 años.
A pesar de todos los esfuerzos que están realizando los bancos centrales y las gobiernos con medidas fiscales para intentar suavizar el fuerte golpe, inyectando ingentes cantidades de dinero, los mercados de las economías más avanzadas del mundo se han derrumbado, los mercados de materias primas se están desplomando, la guerra de los precios del crudo, el crecimiento inevitable de la deuda pública de los países, y el capital abandonando los mercados emergentes buscando mayor seguridad.
Está claro que estamos asistiendo inevitablemente al inicio de una depresión económica y una crisis financiera completamente inevitable.
Lo que desconocemos es la gravedad de la recesión y cuánto durará.
Hasta que no se sepa cuando y como se saldrá de la crisis sanitaria del covid-19 es prácticamente imposible predecir el final de esta grave depresión.
Estas profundas dudas arrojan una completa incertidumbre socioeconómica sobre cómo se comportarán las personas, las empresas y los responsables políticos en los próximos meses.
Está claro que saldremos de esta situación, y que incluso los mercados intentan en momentos puntuales transmitirnos la señal de que la recuperación pudiera ser rápida y que ello podría acaecer entre el ultimo trimestre de este año y el primero del año 2021.
En cambio no parece solido, el que nos sirva de ejemplo la salida de la economía China tras padecer la crisis por el coronavirus, y ello por cuanto, los datos de crecimiento de empleo del país asiático son más que moderados estando lejos a los índices precedentes a la crisis, y en cuanto a la actividad industrial, si Europa y América no mejoran su situación ¿quién va a comprar esos bienes cuando el resto de los países se esté hundiendo?.
En cuanto a los EEUU, volver a un 70% u 80% de su capacidad parece, en este momento, muy complicado, y les resultará extremadamente difícil volver a la normalidad económica hasta que una vacuna esté ampliamente disponible, lo que podría ocurrir en un año o más.
Debe unirse a ello, un periodo de una cierta incertidumbre dado que EEUU se llevará a cabo sus elecciones presidenciales en noviembre de 2020, y que estamos experimentando no solo un choque de demanda sino un choque de oferta masivo nunca visto.
Por ahora, los mercados parecen estar contenidos por los programas masivos de estímulo o la expectativa de recibirlo, los han sido absolutamente necesarios para proteger a los trabajadores y evitar un colapso del mercado. Sin embargo, ya está claro que debe hacerse mucho más.
Por todo ello, hasta que se consiga resolver la crisis de salud, la situación económica no resulta nada halagüeña y por supuesto, una vez que se reinicie la actividad económica, el daño a la economía familiar, las empresas y los mercados de deuda tendrá efectos persistentes, especialmente teniendo en cuenta que la deuda global acumulada ya estaba en niveles récord antes de que comenzara la crisis.
Todo lo analizado podría variar si se realizaran test exhaustivos determinando quién está enfermo, quién está sano y quién ya es inmune y, por lo tanto, puede regresar al trabajo. Tal conocimiento sería esencial que se acometiera muy en serio.
Incluso sin una vacuna, que podría llegar en el próximo año, la economía podría volver a una cierta normalidad con relativa rapidez si se pueden completar rápidamente tratamientos efectivos.
Esperemos que las autoridades mundiales con rapidez acometan las decisiones pertinentes en aras de aminorar en lo posible los graves daños que esta pandemia está provocando a todas las economías mundiales.
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