SEVILLA 20.3.2021 / Jose Manuel García Bautista
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Hay una cantidad ilimitada de historias increíbles que nos hablan de la “chica de la curva”, historias –en su mayoría- cargadas de dramatismo que relatan la trágica perdida de una persona que, con el paso del tiempo, parece aferrarse a una vida que ya dejó atrás.
Esta es la historia de una chica que fue asesinada. Sucedió en 1931, regresaba a su casa tras asistir a un baile de graduación en la avenida Archer de Chicago, en el O´Henry Ballroom. Jamás pensó lo que aquella noche le deparaba el destino.
Un asesino la vio y la siguió, cuando nadie lo veía se acercó a la muchacha y la asesinó quedando en el suelo tirada en medio de un charco de sangre.
Fue enterrada en el Cementerio de la Resurrección de la avenida Archer, como a ella le hubiera gustado: con un vestido de fiesta blanco y zapatos altos de baile.
Y comienzo el lado más extraño, a veces absurdo, de lo paranormal.
Muchos conductores han visto a una chica que vaga junto al arcén de la carretera en la avenida Archer de Chicago. Viste un vestido blanco de fiesta con zapatos de baile.
Han sido diferentes conductores los que han detenido su automóvil al verla y la han subido para acercarla a donde les dijera temiendo que algún desaprensivo lo hiciera y pudiera tratar de aprovecharse de la joven.
Aquellos conductores que se detenían a recogerla lo hacían conmovidos pero curiosamente sólo aquellos que estaban solteros lo hacían, en otras ocasiones era ella misma la que subía al vehículo en cuestión sin ser invitada.
Una vez en el automóvil pedía al conductor que la llevara a casa; el conductor reaccionaba con sorpresa, más aún cuando la aparecida le decía que su casa estaba en el Cementerio de la Resurrección.
Entonces ocurría lo más extraño que era que la joven salía del automóvil sin abrir la puerta, sin hacer ruido, simplemente la atravesaba y salía.
En una fría noche de 1977, en diciembre, fue vista junto la puerta de entrada del Cementerio de la Resurrección, aquella joven estaba vestida de blanco y estaba tras la puerta. Le llamó la atención el vestido blanco que lucía y no pudo menos pensar “¿qué hacía aquella joven allí dentro a esas horas?”.
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El conductor llamó desde el teléfono más cercano a la policía pues pensaba que podía haberse quedado dentro encerrada.
Al llegar una patrulla de la policía no encontraron a nadie aunque aquella inquietante presencia había dejado un postrero mensaje que advirtieron los agentes: las barras de la reja de la puerta de entrada estaba un poco dobladas hacia fuera y denotaban la marca de unas manos, como si aquellas manos la hubieran forzado desde el “otro lado”.
Desde entonces en Chicago se la conoce como la resucitada. Podría entenderse como una leyenda urbana, pero va más allá pues en esta ocasión no deja mensaje esperanzador ni avisa al conductor de un peligro inminente en la carretera, ni el lugar donde murió, simplemente pide que se la lleve a su casa, quizás porque aún no ha encontrado su camino al más allá.