SEVILLA 8.2.2020 / Jose Manuel García Bautista
Sucedió un 14 de Noviembre de 1968 sobre las 2:45 h. El testigo, Miguel Trejo, soldador de profesión, se desplazaba en su vehículo hasta Burguillos del Cerro (Badajoz) para transportar unos sacos de carbón picón.
De regreso a Zafra entró en una curva, llovía levemente y el Citroën que conducía había conocido mejores momentos. Puso las luces largas del coche y, de repente, vio a un ser que surgió de entre la oscuridad a la derecha de la carretera y a unos 300 metros.
Tenía una estatura de 1´80 metros y, en principio, Miguel creyó que se trataba de un guardia civil. A medida que el vehículo se aproximaba al humanoide éste comenzaba a fallar, perdía potencia, velocidad y daba tirones.
Miguel sintió miedo, el coche se iba a quedar detenido casi a la altura del humanoide. Aquel ser estaba allí, inalterable, con las piernas juntas y los brazos pegados al cuerpo. Sus manos eran grandes y sus dedos muy finos. Estaba enfundado en una especie de ajustado traje que tenía destellos luminosos.
Su cara tenía facciones oscuras, pelo caído, lacio, mate… Cuando el ser parecía dirigirse al Citroën de Miguel Trejo notó como la potencia volvía y aprovechó para pisar el acelerador y alejarse lo más rápidamente de allí.
Al mirar por el retrovisor el humanoide ya no estaba.
A los pocos días se informó que en aquel mismo lugar de la carretera se había visto a un OVNI cuya forma era similar al de “un limón partido por la mitad” cuyas medias oscilaban entre los seis o siete metros de diámetro.
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