SEVILLA 14.2.2020 / Jose Manuel García Bautista
Si hay un imperio que fue temido, respetado y admirado, que sucumbió casi bajo su propia ambición, ese fue el de Cartago. Dominadores del Mediterráneo y pasado a ser “maldito” tras su caída ante el poder del Imperio Romano.
Refundado Cartago por Augusto en el año 29 a. C. en memoria de su padre adoptivo, Julio César, era un proyecto fallido de Cayo, el menor de los hermanos Graco. Pero la Cartago latina tuvo un enorme protagonismo “local” en el ámbito senatorial de África Proconsular, uno de los principales graneros del Alto Imperio.
Tuvo más de cien mil vecinos desde el siglo I d. C. y su posición estratégica en la costa sur del Mediterráneo central era crucial dentro de los planes de Roma.
Con la caída de Roma pasó a ser y volátil reino bárbaro y un siglo después pasó a manos bizantinas para ser, en otra época histórica, asimilada por el Islam, aunque la decadencia de la ciudad fuera manifiesta y perdiera peso en detrimento de la emergente Túnez actual.
Cartago es Patrimonio Mundial de la Humanidad desde 1979. La “cartagomanía” provocó que occidente mirara a África y se interesara por el viejo pueblo, por Aníbal, por su padre Amílcar Barca o por las grandes gestas de la Antigüedad.De aquella etapa sobreviven restos de sus mosaicos, escultura, cerámica y otros artefactos recuperados en el yacimiento.
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