MISTERIO

Enigma en San Juan de la Palma

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SEVILLA 27.2.2021 / Jose Manuel García Bautista

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Recuerdo que fue en el verano de 1994 cuando se nos encargó la mejora de la instalación eléctrica en la Iglesia de La Amargura en la popular calle Feria. Allí fuimos llamados por Nicolás Carretero para realizar las modificaciones y allí iba a comenzar mis descubrimientos de un mundo oculto que escondía muchos secretos… Mi guía por las particularidades de aquellos fenómenos iban a ser el viejo guarda de aquella iglesia, Antonio era su nombre, un señor ya mayor, bajo de estatura y alto en conocimientos sobre todo lo que había ocurrido allá dentro de sus dominios, los dominios del “silencio blanco”.

El calor apretaba y en la soledad de la iglesia proseguía metiendo cable por los tubos… Llegaron mi padre y Antonio y este, socarronamente, me dijo: “Qué, niño, ¿te ha pasado algo extraño mientras te has quedado solo aquí dentro?”. Mi respuesta fue negativa, y un tanto sorprendido le contesté:”¿Debería de haber sucedido algo?”.

Y aquel relajado contertulio comenzó a narrarme una serie de hechos insólitos ocurridos en el interior de aquella vieja iglesia. Y son varios relatos que comenzaron así:

“Hace ya años, aquí en la iglesia se fue a enterrar a un importante cargo eclasiástico, en la iglesia no estaban muy conformes pero a veces las órdenes vienen de más arriba y ante eso no puedes hacer nada… El caso es que cuando se comenzó a hacer el agujero de la tumba ocurrió algo muy curioso y es que por las noches todo el agujero que se había cavado durante el día pues quedaba tapado por la noche. A la mañana siguiente venían aquellos dos señores a cavar de nuevo y a por la noche, nuevamente, se comenzaba a tapar sin que nadie supiera quién lo hacía. Esto estuvo pasando cuatro días seguidos hasta que se informó al párroco, este dijo que aquello eran tonterías y que se hiciera cuanto antes aquel trabajo que se comenzaba a retrasar más de lo previsto.

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El cura no se debió quedar tranquilo porque aquella misma noche acudió a ver lo que ocurría y se quedó sorprendido… Delante del alta vio una forma aparecer, una forma humana, fantasmal que se lamentaba y a continuación sintió un gran estruendo… Salió corriendo. A la mañana siguiente aquel agujero estaba nuevamente cubierto y fue él mismo el que habló con altas instancias para aquel cuerpo no se enterrara en la iglesia”. Es curioso porque un suceso muy similar ocurrió igualmente en el santuario de la Santísima Trinidad en la Ronda de Capuchinos, donde en múltiples ocasiones un cuerpo en su interior enterrado se vio milagrosamente desenterrado por la noche hasta que las autoridades eclesiásticas decidieron dan sepultura a aquel cuerpo en otro lugar ya que allí “era voluntad de Dios que no reposara”.

No finalizaron ahí los caminos que nuestro guardián de secretos nos desvelaría. En otra ocasión del aquel caluroso verano en la que hablábamos de sucesos extraños me narraba vívidamente: “Pasó una vez algo en la iglesia que dejó muy intrigados a todo el que se enteró de aquel suceso, fíjate, por las noches de escuchaban unos ruidos muy extraños, como si alguien golpeara con algo metálico las puertas o zonas de madrea del altar, sonaba por allí.

Todas las noches igual, unos ruidos fuertes y secos que llamaban mucho la atención y causaban consternación entre los que sufrían aquellos sonidos, no se sabe como pero se encargó hacer unas obras bajo el altar y fíjate que curioso porque se encontraron varios esqueletos, varios cuerpos allá abajo, aquel montón de huesos llenó de perplejidad a los obreros, recuerdo que los que vinieron aquí, los historiadores no se alarmaron y dijeron que era normal hallar huesos en una iglesia o bajo un altar y más con la antigüedad de esta iglesia que sabrá Dios que secretos guarda aún dentro.

Se comenzaron a mover aquellos huesos y entre osamentas y tibias algo destacaba, no sabría precisarte desde cuando estaban allí, dicen que desde el siglo XVIII pero lo que más llamó atención de todos fue que al fondo de uno de los huecos que servían de improvisado osario había un viejo cinturón como de cuero en el que destacaba una gran hebilla plateada…

¿La misma que ocasionaba esos ruido? No se sabe pero es curioso que aquello sonara a algo metálico golpeando sobre la madera en aquel mismo lugar y poco después al realizar esas obras se descubrieran aquellos restos… dicen que muchas veces cuando se remueve la tierra salen los muertos a reclamar la paz que se les ha quitado”.

Y no le faltaba razón al bueno de Antonio ya que, casos hay, siempre que ha habido un importante desplazamiento de tierra u obras se han producido hechos insólitos o inexplicables que llenan de consternación o admiración a aquellos que son víctima de los mismos…

Un caso muy concreto de todo esto en un edificio público de Sevilla: Diputación de Sevilla, donde las obras de reacondicionamiento del edificio para la Expo del 92 destaparon un viejo cementerio sefardí a raíz de lo cual, y desde entonces, en dicho edificio hay múltiples muestras de actividad de difícil explicación si no recurrimos a lo paranormal.

Seguimos trabajando aquel verano en aquella ya misteriosa iglesia para descubrir otros fenómenos insólitos. Curioso asistir por ejemplo al dorado del paso de cristo, uno de los barcos de la Semana Santa de Sevilla o quedarse absolutamente a solas con el Señor y hablarle a apenas 30 centímetros en confesiones entre el Hijo de Dios y este simple y curioso mortal…, eso lo dejamos sólo para Él y para mi.

Aquel verano depararía aún una historia mucho más curiosa que era la del aparecido que subía al campanario de la iglesia, Antonio la comentaba así:

“Aquello me sucedió a mí personalmente, mira, detrás del altar hay un hueco estrecho, yo no quepo por ahí pero tú que estás delgadito si, bueno, pues ese hueco tiene una escalera que sube directamente al campanario, allí ahora debe de haber de todo porque alguna vez he encontrado a una panarra (murciélago) caído por aquel agujero.

Pues bueno, sería mediados de los 80, una tarde de Septiembre veo que alguien con una túnica negra, como si fuera un traje talar, entra por aquí, yo estaba donde tu estas ahora, en el lugar del órgano, y bajo de inmediato por que las puertas estaban cerradas, lo primero que hice fue mirar como las puertas estaban aseguradas y luego me fui allí atrás, era como si me estuviera esperando, era un señor alto, con entradas y pequeñas gafas, canoso, con cara demacrada, aún joven pero con los años comiéndole el terreno y con una ligera cojera, aquel señor se echó el dedo a la boca, como pidiéndome silencio y subió por ese hueco hacía arriba…

Me quedé helado. Aquella tarde no me moví de aquí, mucha gente venía y me decía: “Antonio, ¿qué te pasa esta tarde que no te mueves de ahí?” Y es que estaba esperando a que aquel misterioso hombre bajara pero jamás bajo porque nadie vivo subió arriba aquella tarde. Luego lo he vuelto a ver varias veces más y a repetir la misma operación pero ya no me asusto, sé que sólo quiere asomarse allí arriba a ver el viejo barrio y desaparecer”. Y es que la iglesia de San Juan de la Palma tiene aún muchos secretos que contarnos.

Nuevamente Antonio me narraba algo que ocurrió hacía mucho tiempo… Tenía que ver con la antigua hermandad del Santo Sudario que ha estado siempre presente en la ciudad, precisamente la hermandad del Santo Sudario, Santísimo Cristo del Buen Fin y de nuestra Señora de la Palma, atesora entre sus leyendas, ¿o tal vez no?, una de esas historias evocadoras y cargadas de misterio.

La hermandad del Buen Fin fue fundada en 1590 por el gremio de curtidores en San Juan de la Palma y refundada en 1883, reorganizada en 1908 da paso a la hermandad tal y como ha llegado a nuestros días. Allá por los prototípicos inicios de la hermandad en 1537 existía en la iglesia de San Juan de la Palma un padre franciscano que animaba a los fieles al hurto y al delito. Según nos cuenta aquella historia un hereje se acercó al cementerio de la iglesia aquella noche y apoyado en una palmera dijo: “Palma, la Madre de Dios quedó no Virgen después del parto”.

No tardó demasiado en ser “cazado” aquel hereje por la tenida Inquisición sevillana, había sido denunciado por un señor mayor que escandalizado del sacrilegio verbal n pudo reprimir su ira. El hereje negó todo a los inquisidores quienes a modo de moderno careo fueron a ver al anciano a su casa… Un joven le abrió la puerta y al preguntársele por él sólo acertó a decir: “Era mi abuelo y lleva enterrado ochenta años al pie de palma del cementerio de la iglesia de San Juan”, la misma palmera donde se apoyó el hereje… Ante el milagroso hecho el hereje confesó su culpa y su arrepentimiento.

El hecho está recogido en la propia iglesia en documento copiado del original en 1794. No sabemos cómo acabó el hereje pero a tenor de la dureza con la que castigaba la Inquisición en Sevilla hemos de suponer que alimentó las llamas en el quemadero del Prado de San Sebastián…

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