Cultura Sevilla

Valor de ley y torería, sin premio, de Emilio de Justo ante los “victorinos”

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Sevilla, 4.5.2019.- El valor de ley y la clásica torería de Emilio de Justo, aunque sin premio tangible -la única oreja de la tarde fue para Antonio Ferrera– brillaron con luz propia en la corrida de hoy de la feria de Sevilla, en la que se lidió un complicado encierro de la divisa de Victorino Martín.

De hecho, al torero cacereño le cupo en “suerte” el ejemplar más exigente y duro de la tarde, un tercero de inciertas arrancadas, más pendiente siempre, como un experto cazador, de encontrar a quien estaba detrás de las telas que de tomarlas con franqueza.

Cada una de esas embestidas era una incógnita, sin que dejara siquiera adivinar sus verdaderas intenciones, pero De Justo se plantó ante él con una aplomada sinceridad y, ya viniera ceñido el toro o soltara un gañafón, hizo en todo momento por torearle por derecho.

Ya el primer muletazo largo y hondo que le sacó, en la primera serie con la derecha, provocó un rugido de admiración en la Maestranza, en una reacción que, entre el escalofrío de las coladas y el alivio del mando del torero, se repitió en muchas ocasiones más a lo largo de una faena de auténtico mérito.

El cénit llegó cuando el diestro extremeño se echó la muleta a la mano izquierda y, a puro pulso y con el toro tomando el engaño a regañadientes, al paso y sin humillar, le ligó cuatro soberbios naturales todo corazón.

Fue entonces cuando el animal, ya sintiéndose vencido, comenzó a desentenderse y a complicar el momento de la estocada, lo que dificultó aún más las cosas para que De Justo pudiera llevarse el más que merecido premio a su torerísimo esfuerzo.

Su segundo toro tampoco fue nada fácil. Sin las aviesas intenciones del tercero, este texto sacó una actitud defensiva y reservona que traducía en cabezazos, protestas ásperas y medias arrancadas sin clase.

Pero, con el mismo valor sin alardes y una sabia paciencia técnica, el torero de Badajoz acabó por arrancarle también varias series de templados y desgarrados naturales, antes de una estocada de efecto tardío que enfrió de nuevo los ánimos para la petición de orejas, pero no restó ni un gramo de importancia a la gran tarde de toros que De Justo dio ayer en Sevilla.

Sí hubo trofeos, en cambio, para el director de lidia, el también extremeño Antonio Ferrera, que la paseó a la muerte del cuarto de la tarde, que fue, por físico y comportamiento, el toro de la corrida y otro de los grandes ejemplares que ya se llevan lidiados esta feria.

Bravo de verdad, acometiendo sin pausa ni límites con la fuerza de todo su cuajado volumen, el cinqueño “Petrolero” marcó siempre el ritmo del desigual trabajo de Ferrera, que se debatió entre aciertos y errores, el oficio y la ligereza, con buenos muletazos aislados y unos cuantos desarmes.

Le faltó al veterano extremeño más compromiso y apuesta en el encuentro con un toro que lo dio y lo puso todo, y al que no toreó con suficiente asiento hasta que el propio animal se atemperó al final de una larga faena rematada con una estocada defectuosa y el corte de esa oreja que pesó bastante menos que la fuerte ovación que se llevó el “victorino”.

No terminó tampoco Ferrera de romperse con el primero, susceptible de un mejor trato, más suave, por el aparentemente más que manejable pitón izquierdo. Como tampoco se entregaron los dos toros del lote de Manuel Escribano, uno por manso y peligroso y otro por descastado.

El sevillano, que recibió a ambos con sendas largas a portagayola y los banderilleó con muy escaso acierto, se vio finalmente desbordado por el creciente sentido del segundo.

Y, sin encontrar lucimiento ni comprensión en el tendido, llegó a tapar los defectos de un quinto que se movió sin celo tras la tela, sin bajar ni una vez la cabeza de su posición natural, por mucho que parte del público acabara ovacionando su arrastre.

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FICHA DEL FESTEJO:

Seis toros de Victorino Martín, de muy desigual presentación, desde los vareados y terciados a los de excesivo volumen, como el sexto. En un encierro de juego también dispar, que osciló entre la falta de raza y las complicaciones, destacó en todos los aspectos el cinqueño cuarto, de serio cuajo y de fuerte, duradera y emotiva bravura.

Antonio Ferrera, de carmín y oro: pinchazo y trasera desprendida (ovación); estocada baja perpendicular (oreja).

Manuel Escribano, de plomo y oro: pinchazo, estocada trasera atravesada y tres descabellos (ovación tras aviso); estocada trasera desprendida (leve división de opiniones).

Emilio de Justo, de negro y oro: dos pinchazos y estocada trasera (ovación); estocada trasera tendida y descabello (ovación tras aviso).

Entre las cuadrillas, Javier Valdeoro y Fernando Sánchez saludaron tras banderillear al primero, con el que se lució picando Antonio Prieto.

Asistió desde el palco de los maestrantes la Infanta Elena, a la que los tres matadores brindaron uno de su toros.

Sexto festejo de abono de la feria de Abril, con casi lleno en los tendidos (unos 11.000 espectadores) en tarde primaveral.

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