SEVILLA 27.10.2019 / Jose Manuel García Bautista
A lo largo de la Historia son muchos los ejemplos que hemos ido tenido de personas cuya maldad hacia el ser humano no ha tenido límites, al punto que han sido calificados por la sociedad como vampiros; vampiros más allá de la típica leyenda y relato de Bram Stoker.
Quizás uno de los más destacados fue el caso de Richard Chase, que se conocería mundialmente como “el vampiro de Sacramento” y cuya atracción por la sangre le llevó a cometer crímenes atroces…
Transcurrían los años 70 y Chase iba a dar ese paso que media entre un ser humano normal y un “depredador”.
Richard Chase no había tenido un infancia feliz, su madre se divorció de su padre por problemas de alcoholismo de este y el muchacho abandonó su hogar y se marchó a vivir con unos amigos.
Es en esta época cuando muestra el despertar de su perfil más violento y agresivo; además comenzó a consumir drogas y tener síntomas de enfermedad mental, de esquizofrenia, creía que lo perseguían y decía que sentía que su sangre tenía veneno.
Además de manifestar que los ácidos le destruirían el hígado o que su cabeza estaba comenzándose a deformar sin razón aparente. Chase comenzaba a tener una visión de la realidad distorsionada.
Fue internado en un centro psiquiátrico tras habérselo encontrado inyectándose la sangre de un conejo y consumiendo las vísceras del mismo; fue llevado al hospital donde los expertos le diagnosticarían un cuadro de esquizofrenia paranoide que le tuvo ingresado un año.
Pero Richard Chase estaba desequilibrado mentalmente: mataba animales y los descuartizaba, los desangraba y mezclaba su sangre con bebidas gaseosas que consumía; luego comenzó a interesarse por asesinos en serie que reflejaba la prensa… Y da el salto: de los animales a las personas.
Y en un frenesí de sangre comienza a matar a personas y a hacer un macabro ritual como con los animales: descuartizarlos y beber su sangre, además guardaba “recuerdos” de sus víctimas. Crímenes atroces y sin compasión, contra adultos, niños… Crímenes horribles cuyos restos y despojos echaba a un cajón.
La policía seguía la pista a estos crímenes y al entrar a registrar la casa de Richard Chase se encontró con la desoladora imagen. En un congelador restos humanos, vísceras, sangre.
Durante el juicio afirmó que unas voces le tenían todo lo que debía hacer, con ello buscaba una justificación de locura con el que evitar la pena de muerte, no obstante en 1980 se suicida tomando antidepresivos, fue el final del “vampiro de Sacramento”.
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