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¿Por qué tengo ganas de llorar?

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Últimamente solo tengo ganas de llorar y no sé la razón. Cualquier cosa que vea o haga hace que asome ese picazón, esa necesidad… ¿A qué se debe? Te explicamos las razones que puede haber detrás.

«¿Por qué tengo ganas de llorar?». La pregunta, para muchos, puede parecer poco más que una tontería. ¿Quién no va a saber lo que le duele? ¿Es que puede haber alguien que no conozca el origen del pinchazo de las lágrimas? Por llamativo que nos parezca, así es. Hay veces que uno puede experimentar esa sensación sin que exista un motivo claro, un desencadenante específico.

Según La Mente Maravillosa, dice un proverbio irlandés que las lágrimas que se derraman son amargas, pero aún lo son más aquellas que no llegan verterse. Admitámoslo, si hay algo en lo que somos expertas las personas es en contener el llanto, en guardar dentro lo que debería derramarse fuera por ley natural, por salud y bienestar. Sin embargo, como bien sabemos, nuestro mundo no deja espacios para el desahogo emocional.

Llorar no es algo que se ve con buenos ojos, a pesar de que nuestras miradas necesiten la humedad de esas lágrimas para hidratar el sufrimiento y liberarlo. Así, es muy común pasar por esas épocas en las que dicha necesidad está presente. Uno no entiende muy bien la razón de esa sensibilidad emocional, pero son momentos en los que cualquier estímulo provoca que nos asalten las ganas de llorar.

Si te ha ocurrido alguna vez está es la explicación.

Mujer llorando

¿Por qué tengo ganas de llorar?

No hay una respuesta corta al por qué tengo ganas de llorar. Nos encantaría poder decir que es por «tristeza» por «decepción» o por «angustia existencial» o más aún «porque somos felices». Sin embargo, la razón de por qué lo hacemos es tan intrincado como la propia vida.

Libros tan interesantes como Why only humans weep de Ad Vingerhoets, profesor de psicología de la Universidad de Tilburg en los Países Bajos, hacen un recorrido extenso sobre este tema. Para empezar, sabemos que el llanto emocional, en principio, es propio del ser humano y se relaciona básicamente con las emociones más complejas.

No obstante, Enrique Coupin, zoólogo francés, nos señala que hay animales que sí pueden llorar, como es el caso de los delfines cuando pierden o se separan de sus crías. Ahora bien, más allá de este matiz, hay un detalle que señala el doctor Tilburg: el llanto es un factor que nos habría ayudado a sobrevivir como especie. 

Llorar es algo más que un mecanismo biológico natural para desahogar emociones o más aún como recurso tranquilizador. Es también un vehículo de comunicación social destinado a obtener asistencia. Ver a alguien llorar nos impulsa (o debería hacerlo al menos) a dar al otro una respuesta activa de ayuda y apoyo. Sin embargo, hemos llegado a un punto como sociedad en el que esconder el llanto es casi una prioridad.

Lo escondemos, lo contenemos, lo silenciamos… Manejamos de manera tan incorrecta el llanto que estamos actuando en contra de nuestra naturaleza. Esto explica, sin duda, por qué hay veces que nos decimos aquello de «¿por qué tengo ganas de llorar?».  Conozcamos por tanto las posibles causas.

Ansiedad y estrés mantenido en el tiempo

La ansiedad y el estrés suponen básicamente una acumulación constante de energía emocional. Angustia, preocupación, presiones externas, inseguridad, tensión… La mente nunca se detiene, somos una fábrica de pensamientos que no siempre van a nuestro favor cuando atravesamos esos estados.

Poco a poco, todo ese cúmulo de pensamientos y emociones llegan hasta un umbral límite. Es entonces cuando surge la hipersensibilidad y esa necesidad por llorar. Sentirlo, no es más que un mecanismo del organismo para que liberemos tensiones.

Frustración, decepciones y rabia contenida

Decepciones, cosas que anhelábamos que se han truncado, giros del destino inesperados, injusticias, frustración, enfados continuados… Ese totum revolutum constituye un sustrato de gran impacto para el músculo emocional.

Si los vamos dejando, si no los gestionamos de manera adecuada, es inevitable sentir ese sufrimiento constante que busca su desahogo con las lágrimas.

Depresión encubierta

«¿Por qué tengo ganas de llorar?». Si nos hacemos de manera recurrente esta pregunta, es probable que suframos una depresión. Esto es así porque buena parte de los trastornos depresivos no se detectan y quedan enmascarados.

Es común que acudamos al médico por causas somatológicas, es decir, dolores de espalda, molestias estomacales, problemas de insomnio… La sensibilidad emocional y las ganas constantes de llorar son otro factor recurrente.

Hombre llorando

Agotamiento: estás dando a otras personas más de lo que te ofreces a ti

Puedes haber llegado al límite de ti mismo y no percibirlo aún. No lo notas porque a menudo, la mente tira más de nosotros que el propio cuerpo. La necesidad de atender a otros, de dar lo mejor de uno a los demás, nos va rompiendo poco a poco, fragmento a fragmento, casi sin darnos cuenta.

Trabajo, familia… Esas esferas son decisivas en la vida, pero requieren de nosotros infinita energía, disposición y esfuerzo. Tarde o temprano llega un momento en el que no dejamos de preguntarnos ¿Por qué tengo ganas de llorar? ¿Qué es lo que me pasa últimamente que a la mínima se me caen las lágrimas? En ese instante sabrás que has llegado al límite.

El agotamiento físico se combina con el agotamiento mental. Ya no nos quedan recursos, fuerzas ni soportes internos. Toda nuestra energía se ha ido hacia los demás y no tenemos con qué arroparnos… Surgen las lágrimas y hasta el desconsuelo.

Llorar tiene un motivo

Es importante no llegar hasta estas fronteras emocionales. Debemos entender que la necesidad de llorar siempre tiene un motivo, un desencadenante que debemos clarificar. En esos días en que a la mínima se nos quiebra la voz, nos cuesta tragar y los ojos se humedecen de pronto, solo tenemos una opción: detenernos.

Nuestras emociones están hablando y debemos escucharlas. Hacerlo es de primero de salud psicológica porque el llanto emocional forma parte de lo que somos, tiene una función y no podemos evadirla.

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