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Los secretos de Glastonbury

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SEVILLA 12.1.2020 / Jose Manuel García Bautista

Es el lugar más sagrado de la Tierra según las más antiguas tradiciones paganas, el lugar donde se encontraban el bien y el mal en su eterna lucha, aquel donde podría estar enterrado el mismísimo rey Arturo, donde podría estar escondido el Santo Grial, donde se podría ubicar la mítica isla de Ávalon…

Por todo ello se le considera un lugar sagrado y a la vez celestial, dominado toda la llanura desde el promontorio donde se encuentra la iglesia, la vieja iglesia que es punto de referencia del misterio y de los lugares de poder.

Pero Glastonbury tiene más misterios de los que se le presupone a nivel arqueológico o mitológico, hay mucho más pues esconde toda una simbología que está fuera del alcance del profano pero a la vista del iniciado en todas las arte ocultas y esotéricas, aquellos que son capaces de interpretas las claves disimuladas en las fachadas de los edificios o en detalles de objetos que al resto de los mortales pasaría totalmente desapercibidos.

A lo largo y ancho de todo Glastonbury podemos encontrar todo un rosario de marcas y simbologías ocultas, se encuentran en una extensión de terreno que abarca nada menos que 16 kilómetros a la redonda teniendo como epicentro la Tor, la colina donde se encuentra este impresionante lugar de poder erigida una abadía en el mismo, sobre suelo sagrado.

Los signos no son nada convencionales, no evocan motivos religiosos cristianos; son marcas que reflejan el canto a la Naturaleza y a la bóveda celeste, al cielo, a todo lo que nos envuelve, a las maravillas que vemos en él y que tenemos identificado por nombres, por constelaciones, por atractivas estrellas con toda una leyenda titánica a su alrededor.

Los antiguos druidas eran unos expertos en el arte de interpretar el cielo, sus estrellas, las constelaciones y el Zodiaco.

Así dentro del entorno de influencia de Glastonbury podemos encontrar todo un marco donde hallar referencias a las mismas, en senderos, bosques, riachuelos, praderas… Se convertiría así toda la zona en una especie de parque que evoca al Zodiaco, a lo mágico, a lo extraordinario.

Así en la propia mitología artúrica encontramos referencias a éste mismo Zodiaco, sólo hay que saber entender las pistas que se nos han dejado para comprender lo cerca que estamos de ellos.

Así en el rey Arturo, legendario, tenemos que representa al signo del Zodiaco Sagitario; la reina infiel, pero leal –curiosa dualidad- Ginebra es Virgo; el mago casi todopoderoso Merlín encarna lo más representativo de Capricornio; el valeroso caballero Lancelote es el signo Leo y Glastobury se ubica en la constelación de Acuario, el símbolo de Ave Fénix, el pájaro de fuego que renace de sus cenizas no deja ningún lugar a las dudas donde el pico del ave es, precisamente, el llamado “Pozo del Cáliz”, aquel que construyeron los druidas para esconder el Santo Grial, todo en perfecta armonía y concordancia con la simbología que oculta.

Pero hay más, la cabeza del ave sería Tauro siendo la vieja y derruida abadía la fortaleza del Grial donde estaría oculto esperando que un alma pura lo descubra y acceda a su secreto, el que dota al ser humano de la inmortalidad.

Fue la escultora Katherine Maltwood quien descubrió todos estos signos escondidos en Glastonbury en 1929. Posteriormente Marie Caine, profesora de Arte, grabó desde el aire toda la zona y estableció el primer mapa.

Una hipótesis surgió de ello aún más sorprendente si cabe: el juego de constelaciones zodiacales formaría en la colina un enorme rostro, no es un rostro cualquiera, es el rostro del Mesías, entroncando con la tradición cristiana.

Además, como se ha referido, Glastonbury es un lugar de poder por la enorme energía que emana y que es captada por aquellos que están en contacto con este tipo de ‘fluido’ que surge de la misma tierra.

De Glastonbury decía el historiador William de Malmesbury, en el siglo XII, que “es un lugar sagrado y celestial en la Tierra”. La autora Katherine Jones cree que la colina era un lugar sagrado consagrado a la diosa Tierra donde sería una suerte de escultura representativa en forma de colina.

Podía ser Venus, Estrella matutina o vespertina, Afrodita, Rhiannon, pero que no nos confunda la terminología: todas son la misma diosa con diferente nombre, todas evocaban a la fertilidad y a la tierra.

Tor, la colina de Glastonbury, estaría hueca y en su interior todo serían un amplio complejo de galerías, como una especie de laberinto muy al estilo del que encontramos en otros lugares como la catedral de Chartres.

El laberinto tiene una hermosa simbología, sus estrechos caminos hacen que el visitante se vea obligado a encontrar la salida siguiendo la angosta línea que le permite caminar por ella.

El laberinto desvela todo su significado cuando se logra alcanzar la salida pues sólo aquellos que comienzan a caminar por él se ponen en el camino de la purificación del alma.

En los laberintos encontramos siete niveles que tendrían su analogía en los siete chakras que están relacionados con los estados tales como el físico, mental o espiritual.

Así los laberintos, de Glastonbury o de otros lugares del mundo, son una simbología del alma, también de la fertilidad y, lo más importante: es el mismo camino de la vida, con sus dificultades, con una entrada y una salida, con un principio y un final. Esta es la grandeza de Glastonbury y los secretos que guarda.

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