SEVILLA 2.1.2021 / Jose Manuel García Bautista
Una de las tradiciones más arraigadas de las fechas navideñas es la Adoración de los Reyes Magos, sin embargo, su realidad es desconcertante en tanto nos han llegado, a lo largo de la Historia, diferentes versiones sobre sus nombres, número o procedencia.
En las primeras representaciones de los míticos reyes iban sin corona, lo que lucían era un gorro frigio de mago, al igual que se presentaba Zoroastro. Los magos en la época estaban mal considerados y por ello se decidió ‘ascenderlos’ en la escala social.
Tampoco sabemos el número de reyes magos que fueron ya que se habla de cuatro, otros de doce e incluso de treinta, son diferentes versiones con diferente número de componentes. Sólo fue a partir del siglo VII cuando se dan los nombres de Melchor, Gaspar y Baltasar, aunque los sirios los llamaron Kagpha, Badadilma y Badadakharida.
En Etiopía los llamaron Ator, Sater y Paratoras, los griegos los llamaron Apellicon, Amerim y Serakim, o Hormizd, Jazdegerd y Pêrôz.
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Su medio de transporte se dice que fue el camello, pero no se tiene tan claro pues el evangelista Mateo no lo específica, San Agustín dice que llegaron en dromedarios y otros en caballo.
El motivo de llegar a Belén fue, en principio, para adorar al Niño; pero podrían haber llegado para rendir homenaje al recién nacido, pues la traducción deriva de la palabra proskuneo que significa postrarse y besar.
En cuanto a los regalos ofrecidos al Niño, oro, incienso y mirra, tiene un simbolismo: el oro a la realeza, el incienso a la espiritualidad y la mirra a la muerte, quizás premonitorio de su destino.
Finalmente no se sabe que fue de ellos tras acabar su Adoración, Santa Elena -en el siglo IV- dijo haber encontrado sus restos y los hizo trasladar a Constantinopla y de allí, posteriormente, pasaron a Milán y a Colonia en el tiempo.
El día del 6 de enero procede de la fiesta de la Epifanía que celebran las iglesias orientales en sustitución de la fiesta del nacimiento del Tiempo Nuevo (el Aion).