SEVILLA 14.8.2019/Jose Manuel García Bautista.-
Nos encontramos en la Antigua Asiria, en una excavación realizada por Austen Henry Layard en el Palacio de Kalhu, en la capital asiria, en Nimrud. Mientras hacía inventario de los objetos hallados fijó su atención en una pieza muy especial: parecía un cristal, una lente de cristal como las utilizadas en las monturas ópticas actuales. Layard escribía sobre ello: “Posiblemente de trata de la más antigua prueba de lente incendiaria de aumento”, corría el año 1849.
Aquella pieza de cristal inteligentemente trabajado cayó en el olvido pero una serie de inquietos estudiosos, más de un siglo después, iban a fijar su atención en aquel cristal. Aquellos tres buscadores de lo imposible eran Arthur C. Clarke, Robert Temple (Universidad de Louisville) y Derek de Solla Price (Universidad de Yale), además éste último fue la persona que más y mejor estudio el llamado “Mecanismo de Antikitera” hallado frente a la costa de ésta isla griega.
Pero éste último, Price, además había estado inspeccionando los archivos del Museo Británico y había un objeto que le daba que pensar: fue hallado en una excavación en 1849 en Nimrud, Asiria, tenía más de 2000 años y parecía la “Lente” descubierta por el profesor Layard.
Los tres buscadores de lo imposible comenzaron una búsqueda frenética y, por fin, hallaron su traslúcido objeto de deseo… Era una pieza de cristal, datada hacía el 700 a.C., pulida a partir de un cristal de cuarzo y sin impurezas o imperfecciones. A su alrededor, a los “ojos” del microscopio, descubrió algo: era restos de metal… ¿Qué podía llevar bordeando un cristal y que fuera de metal? “¡Unas monturas de unas gafas!” pensó con algarabía, y así era. De forma que De Solla Price escribió: “todo apunta a que se trata de una lente de forma toroidal elaborada a propósito con esta forma. Y las lentes de este tipo sólo tienen un uso: Corregir el astigmatismo”.
Pero hasta mediados del siglo XIX la técnica no permitió la elaboración de lentes tiroidales y su evolución hasta 1966… ¿Cómo era posible entonces?
Robert Temple comenzó un concienzudo estudio sobre las técnicas ópticas en la antigüedad y encontró cientos de pruebas en otras muchas excavaciones y catálogos arqueológicos de piezas de crista “Incalificables” y es que eran “cristales ópticos”.
Temple halló en Cartago 16 de estos cristales ópticos, en Rodas, Éfeso, Troya… en esta excavación fueron 48 cristales pulidos, plano convexo como los que usamos actualmente. “¡Es imposible!” exclamó.
Pero en Egipto halló cientos de lentes donde pudo demostrar que el conocimiento óptico y su tecnología eran muy superiores a los que la Ciencia o la Historia les colocan.
Y la razón se la dio la Gran Pirámide y su casi inapreciable error de orientación, error que, hoy día, estaría dentro del ratio normal y aceptado usando nuestra máxima tecnología, y esa demostración fue: la Gran Pirámide sólo pudo ser orientada con tal perfección gracias al uso de teodolitos ópticos… Pero claro, la Ciencia moderna afirma que eso sólo ocurrió miles de años después…
Aquellos descubrimientos de Robert Temple quedaron reflejados en su obra “Sol de Cristal” y sigue constituyendo un desafío a la Ciencia.
La doctora Ana María Vázquez Hoys, experta en Historia Antigua realizaba este interesante artículo al respecto: “ Quince siglos antes de Cristo, los Egipcios conocieron el vidrio, utilizándolo en forma de esmaltes, desde la Prehistoria. En la necrópolis de Abydos se encontró un ladrillo esmaltado con el nombre del faraón Aha y numerosas piezas de vidrio en forma de ocho.
La tradición señala que Ramses II poseía un cetro de vidrio, gracias a los conocimientos que tenían sobre la fabricación de este material en Tebas y Menfis.
Ya en el primer milenio a.C., es uno de los principales productos de exportación de los mercaderes fenicios, siendo típicos los ungüentarios de vidrios de diversos colores.
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[…] Las imposibles lentes fabricadas en la Antigüedad […]