SEVILLA 17.11.2019 / Jose Manuel García Bautista
El Guadalquivir es el río que da la vida a Andalucía, que tiñe de colores sus orillas y que vive en una primavera eterna a esta región del sur.
Sin embargo también era foco de disputas hacia el final del siglo XIV. Barqueros y molineros tenían una dura disputa por el control del río, unos lo querían libre y navegable, para transportar personas y mercaderías.
Los otros lo querían con presas y represas para aprovechar la fuerza del agua y mover las alas de sus molinos… Era la disputa que parecía no tener fin y en la que intervino el mismo rey.
Fueron los molineros quienes dirigieron un escrito al rey don Pedro que decía así:
“Señor: Pedro Sánchez de Orozco, Juan Martín e Alonso Díaz barqueros de la ciudad de Sevilla que tenemos por oficio subir fasta la ciudad de Córdoba con nuestras barcas de carga parecemos ante la vuestra Alteza.
E decimos que los señores de los azudas o presas de los molinos del Guadalquivir han acerrado la bocas de los canales de las azudas por donde suben e bajan los barcos cargados que nosotros tremos para el abastanza de esta ciudad de trigo e de farina, de lo cual han recrecido gran daño e para remedio de lo tal parecemos ante Vuestra Alteza a le pedir e demandar justicia”.
El rey don Pedro contestó: “Vista la petición de suso para bien proveer fice parecer ante mí la carta de mi abuelo el rey don Sancho e cartas de mi padre el rey don Alfonso e considerando el mal fecho que haberes fecho contra Dios e contra mi corona que por los haber aferrado las bocas de los canales por donde suben e bajan estos buenos omes barqueros se afegan e pierden sus faciendas.
E nos ha vegadas que non tenemos trigo ni farina que yantar; por lo cual vos mando que dende en adelante non fagades lo tan sinon que deis libre paso por do puedan subir e descender sin pena alguna e mando a toda mi justicia de lo ralengo, abolengo e lugareños de señorío que cumplan lo así previsto por mí, sin ir ni venir contra ello.
E mando al Corregidor de Lora que así lo faga guardar e cumplir en su distrito e a todos los demás desta frontera de la Andalucía, e al Adelantado de ella. En el nuestro palacio era del Seños de 1398”.
El rey concedió así el favor a los barqueros y estableció la anchura navegable del río que debía tener la misma medida que el arco de las Bendiciones de la Catedral de Córdoba.
Así mismo la profundidad mínima que debía tener era de dos varas de agua, siendo una vara aproximadamente 84 centímetros (83,59 cms).
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