SEVILLA 24.10.2020 / Jose Manuel García Bautista
Cuenta una vieja leyenda sevillana que vivió en la ciudad, hace siglos, una hermosa joven llamada Elvira, hija del señor de Mendoza, familia notable y poderosa de la época en la capital hispalense. Pero Elvira, a pesar de tenerlo todo no tenía nada…
No tenía unos padres que cuidaran de ella o de su fortuna y así la misión quedó encomendada a un tutor -tal y cómo recomendó un fraile- quién decidió, para preservar su pureza, que ingresa en un convento y aislarla del mundo exterior abrazando los hábitos. Pero todo tenía un oscuro propósito: dejar sin su fortuna familiar a la joven.
Juan Mendoza, hermano de Elvira, no parece preocuparse de ella y así se lo transmite el tutor pues la joven cree que su hermano la sacará del convento, además añadió: “nunca volverá por ti, se ha casado y te ha olvidado”.
Todo era un burdo engaño pero Elvira lo cree y el día de Navidad la joven subió a la torre del convento, tomó una cuerda de las campanas y se ahorcó, la campana -por el peso- comenzó a tocar, mientras el cuerpo subía y bajaba en un macabro baile con la muerte.
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Pero aquel vil acto no iba a quedar impune y “maldición” iba a caer sobre aquellos que tramaron el plan para quedarse con la fortuna de los Mendoza y que no eran otros que el tutor legal y el fraile. Cuenta la leyenda que fruto de aquella avaricia ambos se enzarzaron en una pelea por el oro que acabó con la muerte de ambos.
Aún hoy día, cuentan, en determinadas fechas, se puede ver a una joven espectral subir a la torre mientras que la campana del viejo campanario dobla a muerte recordando la trágica historia de Elvira.
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