SEVILLA 29.12.2019 / Jose Manuel García Bautista
En tiempos pretéritos el río Guadalquivir tenía un curso bien diferente al actual, lejos de cruzar Sevilla por su curso actual lo hacía por el centro histórico de la ciudad dejando aguas muertas en toda la zona de la calle Feria y San Marcos que quedó reducido a la categoría de charca cuando se cerró el río por Barqueta.
Ello originó los consiguientes problemas pues no dejaba de ser una especie de laguna en la que se concentraban las aguas de las lluvias y crecía la vegetación salvaje y descontrolada creando también en ella un infecto depósito de aguas residuales que provenía del barrio de San Lorenzo y la calle Feria.
Así el conde de Barajas se decidió a sanear aquel despropósito y se comenzó a achicar las aguas de la laguna para posteriormente ser desecada, una vez desecada se rellena de tierra y cubre con el típico albero alcalareño; una vez realizado esto se comienza la siembra de árboles que con sus raíces dieran consistencia y solidez al nuevo espacio. Se plantan álamos y otras plantas creando un bello paseo que se le llamaría como Alameda.
Con posterioridad se engalanó aquel nuevo espacio con columnas monumentales extraídas de la calle Mármoles de un viejo templo romano (cuyos vestigios aún pueden ser visitados).
El escultor Diego de Pesquera realizó dos estatuas muy significativas para la ciudad y llamadas a coronar la cima de aquellas columnas: Hércules, el mítico fundador de Sevilla, y Julio César, gran benefactor de la ciudad que concedió a Sevilla el mismo estatus de privilegio que Roma.
Dos siglos después se añaden dos estatuas más que encarnaría a los personajes como Carlos I, el Emperador, y el rey Felipe II.
La Alameda queda inaugurada oficialmente el 15 de Agosto de 1574.

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