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La Sábana Santa: Ciencia contra fe

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SEVILLA 2.12.2019 / Jose Manuel García Bautista

Uno de los postulados importantes, el más importante, de la Ciencia es tratar de reproducir en laboratorio todos aquellos fenómenos que se escapan a la explicación sencilla por parte del ser humano y que requiere, por su parte, un esfuerzo especial para comprenderlo.

Antaño se atribuía al poder de los dioses, posteriormente al poder divino, al poder de Dios, aunque subyace una posibilidad amplia para que tuviera una explicación racional posible más allá de la intervención de fuerzas desconocidas.

Por ello la Sábana Santa supone un desafío a la Ciencia pues, hasta el momento, no ha podido explicar satisfactoriamente su formación.

Así la Sábana Santa de Turín ha sido sometida a diversos análisis, en unas ocasiones visuales, en otros forenses y, en pocas, se ha permitido un análisis directo sobre el propio lienzo.

Los teólogos discutían sobre el valor religioso de la Síndone y no fue hasta el año 1898, con la realización de la primera fotografía de la misma por parte del fotógrafo autorizado Secondo Pía, abogado turinés, cuando se descubrió que el lienzo se comportaba como un negativo fotográfico parcial.

Fue con ésta fotografía del alcalde de Asti, de Pía, con lo que la Ciencia volvió sus ojos hacia el lienzo y quiso descubrir más de su misterio, de la grabación milagrosa de la imagen, y de lo que ella representa, no religiosamente sino anatómicamente y lo que pudo significar en la realidad que vivió el hombre ajusticiado con todas sus heridas y terribles marcas.

La imagen obtenida por Secondo Pía no dejaba lugar a las dudas, se marcaba claramente la parte frontal y dorsal de un hombre que había sufrido la misma Pasión de Cristo, anatómicamente muy correcto y con los clavos de la crucifixión ubicados en los lugares correctos y no como la iconografía popular nos traslada cuando, sobre todo, llega Semana Santa.

El negativo mostraba una precisión y nitidez que no tenía el original, pero aún habrían muchas más sorpresas que despertaría aún más la curiosidad de los científicos.

Una de esas ‘pruebas’ la puso el palinólogo suizo, y forense, Max Frei al afirmar que había encontrado en el lienzo restos de pólenes originarios de la zona de Jerusalén y por todas aquellas zonas por donde debió haber transitado la Síndone a lo largo de la Historia.

El polen se encontraba incrustado entre las fibras de lino, algunos de ellos identificados con plantas que había quedado extinguidas en los primeros siglos de nuestra Era. ¿Cómo era posible?

En el año 1930 se realizó una nueva batería de pruebas sobre el cuerpo que representaba el sudario. Se llegó al pleno convencimiento que había muerto crucificada y que, previamente, se le había infringido un castigo tremendo a latigazos que impactaron en diferentes partes de su cuerpo haciendo un gran destrozo en la encarnadura del reo.

Las huellas eran profundas y había que distinguir en ellas tres niveles diferentes. Las más profundas eran aquellas provocadas por lo que debieron ser objetos punzantes, en esta caso por los clavos de la crucifixión, igualmente se destaca un herida en un costado de la que brotó abundante sangre.

El segundo grupo de heridas la forman las encontradas en la cabeza, en el cuero cabelludo del reo, profundas igualmente –aunque en menor medida- y provocadas, sin dudas, por lo que debió haber sido una especie de casco practicado con un arbusto espinoso, muy de la zona de Jerusalén.

Finalmente el tercer grupo es el que encontramos como consecuencia de los latigazos y que dejaron muchas huellas en todo el cuerpo del ajusticiado.

Curiosamente todo ello coincide, a la perfección, con lo que relatan los textos sagrados sobre la Pasión y Muerte de Jesús de Nazaret en el monte Golgota.

El crucificado tampoco murió al estilo de otros reos penados con la muerte en la cruz, se le lanceó en un costado lejos de rompérsele las piernas como era habitual en los romanos para acelerar la muerte del crucificado por asfixia.

En vista de las pruebas creció el interés por conocer la edad real del lienzo y se confió tal tarea a la incipiente prueba, por aquella época, del C-14 (carbono 14).

En el año 1988 se realizó la misma merced a tres laboratorios: Oxford (Inglaterra), Zúrich (Suiza) y Arizona (Estados Unidos). El resultado fue desconsolador para aquellos que creían en su autenticidad: el lienzo era de entre 1260 y 1390, era una falsificación o creación del medievo.

Y en ese punto surgieron las dudas: ¿Cómo un falsificador podía haber dotado en la Edad Media de esas características a una imagen si en pleno siglo XXI no hemos sido capaces de ello?

Para colmo los procedimiento científicos de limpieza del lienzo para realizar la prueba fueron tan descuidados que hoy no sería una prueba admitida –bajo aquel estándar de calidad-.

Y surgieron nuevos datos que hacían ver posibilidades de que el lienzo fuera real, una de ellas fue la degradación encontrada de la lignina en vanillina.

Se trata de na sustancia sólida que se deposita en las paredes de los vegetales y da lugar a la lignificación de la célula, si se estudia la misma se puede determinar la antigüedad de un tejido, si bien es cierto que depende mucho de la temperatura ambiente.

Pero lo resultados obtenidos en función de ello determinaron que su edad oscilaba entre una antigüedad de 1300 y 3000 años, luego entra dentro del margen para haber sido contemporáneo de Cristo.

Las explicaciones por explicar la imagen en el lienzo han sido muchas, desde una pintura, reacción por vapor o calor, pero ninguna explica la perfección y características de la misma. Su formación sigue siendo, en la actualidad, un misterio.

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REDACCION

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Una expericiencia psicofónica que convenció a la Ciencia - diciembre 2, 2019 at 7:45 am

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