SEVILLA 14.6.2020 / Jose Manuel García Bautista 22.00 h.
Hacia el año 1789, durante la cainita Revolución Francesa, sucedió algo que iba a resultar fatal para aquellos que osaron profanar la tumba de Michel de Nostradamus.
Un grupo de soldados revolucionarios encontraron una iglesia, entraron en ella con el ánimo de saquearla y hallaron la tumba de Nostradamus, la abrieron y encontraron su ataúd. Uno de ellos, jocosamente, dijo: “quién beba en el cráneo del profeta adquiriría los poderes del profeta” y uno de ellos, el más osado o el más borracho, se atrevió a hacerlo…
Profanar los restos de Nostradamus
Claro que había una advertencia: “El hombre que abra la tumba cuando sea hallada y que no la cierre al instante, sufrirá grandes males que nadie logrará demostrar”… Y se cumplió… Al día siguiente aquel soldado caía en una embocada y varias balas acabaron con su vida…
Puede que fuera casualidad, puede que no, pero del grupo de soldados sólo murió él, el que se atrevió a profanar los restos de Nostradamus.
El esqueleto fue, de nuevo, colocado en su tumba y se hizo un singular descubrimiento aún más predictivo: junto al cuerpo, los restos óseos de Nostradamus, se halló un medallón, un medallón con el que había sido enterrado a mediados del siglo XVI…
En el medallón una fecha, la fecha de la profanación de su tumba en el siglo XVIII.
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