MISTERIO

La posada maldita de Córdoba

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SEVILLA 13.6.2020 / Jose Manuel García Bautista 19.00 h.

Seguimos dejándonos embriagar por la belleza y el embrujo de la Córdoba más misteriosa, de la Córdoba más secreta, de la Córdoba más encantada, para detenernos en uno de los lugares más bellos de la ciudad: el Barrio de la Judería.

Allí entre aroma a azahar y verde vegetación nos detendremos en la siempre inquietante Plaza del Potro donde “pediremos” alojamiento en una posada destinada a dicho fin hasta 1972. Han pasado ya más de tres décadas desde que dejara de utilizarse como tal y sin embargo aún conserva todo ese aura mágico que lo rodea…

Sus construcción data los siglos XIV-XV y en la actualidad es un museo. Por sus dependencias, al sabor de un trago de buen vino y alguna vianda pasaron personajes tan ilustres, para las letras españolas, como Francisco de Quevedo o Miguel de Cervantes Saavedra, pero sin dudas quién más ha marcado la historia, o la leyenda, de este lugar ha sido a uno de los capitanes de Pedro I “El Cruel”.

Esa leyenda nos va a llevar a su tiempo, al tiempo de Pedro I de Castilla en el remoto siglo XIV. Allí, una noche, uno de los capitanes del rey de la corona castellana se refugió del fuerte aguacero que descargaba sobre la ciudad, llegó de improviso, malhumorado, y sin dudas con otros cometidos que las de alojarse en la posada, pero Dios aquella noche había dado aquellas cartas y debía conformarse y esperar… Portaba un misterioso maletín de notables proporciones y el posadero, que tenían “la mano larga” había echado el ojo, en un descuido tenía planeado sustraerlo… El capitán subió a su habitación y en el interior halló a una bella muchacha, la chica, lejos de insinuarse al militar le avisó del peligro que corría en aquel lugar y de la condición del posadero. Pensó: “Por fin algo de acción” mientras analizaba cada palabra y cada gesto de aquella dulce mujer.

La posada maldita

Intranquilo por la palabras de su “confidente” no pegó ojo y pasada medianoche notó como desde una trampilla en el suelo el posadero trataba de arrebatar aquello que no le pertenecía.

El posadero no supo como explicar su acto y el capitán prometió no dejar este incidente sin su castigo. Al llegar a Sevilla narró lo ocurrido al rey quién mando, de inmediato, ajusticiar al posadero de forma cruel… No servía una muerte al uso, a hierro, debía servir de escarmiento a todo aquel que tratara de robar al rey o a sus capitanes: mandó atar al posadero por muñecas y tobillos a varios potros, una vez realizada esta acción mandó tirar a los animales descoyuntando y desmembrando a aquel que quiso robar a un emisario de la corona.

El capitán regresó a la habitación donde estaba la bella joven siendo conocedor de su desgracia: era hija de un hombre al que el posadero había dado muerte y estaba retenida en la posada.

Quizás por su noble y valerosa acción o por su valor el capitán la tomó como esposa y desde entonces, en la posada, en las noches en las que el viento ruge y la lluvia no cesa, si se pone atención, se puede ver una sombra indefinida que vaga por las estancias, se dice que es el alma del posadero que vaga en pena eternamente por la llamada “Posada del Potro”, la posada maldita.

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