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¿La Atlántida en Andalucía?

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SEVILLA 22.2.2020 / Jose Manuel García Bautista

La noticia saltó el pasado mes de Marzo, el titular conmovió a la comunidad de historiadores y arqueólogos: “La Atántida hallada en Andalucía”, y lo que se creía como un reino legendario, un mito, comenzó a cobrar inusitada fuerza…

Y es que Andalucía, y Sevilla, es fruto inagotable -cantera eterna- de sueños y personajes de leyanda fundidos entre su propio deseo y la realidad, un crisol cultural en el que a veces es difícil diferenciar esa misma realidad de su ficción.

Pero, ¿qué es la Atlántida? La Atlántida surge por primera vez en los diálogos de Platón (427 a.C. – 347 a.C.) “Critias” y “Timeo”, no era un relato original, al parecer vienen de una descripción detallada que hace Critias (fallecido en el año 403 a.C.) de ella y que sería una reproducción de lo que su abuelo, Critias “el viejo”, le narró. Como fuente original de toda ésta historia tenemos al gran legislador Solón (640-558 a.C.), el más sabio de los Siete Sabios de la antigua Grecia y cuyo relato le confiaron los sacerdotes de la ciudad egipcia de Sais.

Era un lugar de un alto nivel socio-cultural, dividido en siete estratos geográficos y colmada de riquezas. Poseidón, señor del Mar –cuenta la leyenda-, destruyó la isla con una fuerza arrolladora en un solo día y la mítica isla-continente desapareció tragada por las aguas convirtiéndose en leyenda, este suceso ocurrió hacía el 11000 a.C.

La Atlántida se encontraba, según el relato de Platón, más allá de las Columnas de Hércules, es decir: más allá del lugar geográfico con tal denominación y que es el Estrecho de Gibraltar desde el Mar Mediterráneo. De las aguas que regaban sus costas recibe su nombre.

¿Pero existió verdaderamente la Atlántida más allá de un relato platónico? Son los investigadores de la Universidad de Hartford (EE.UU.), dirigidos por Richard Freund, los que afirman que pudo haber estado frente a las costas de Cádiz o en el propio territorio íbero, entre Cádiz, Huelva y Sevilla… Y eso nos lleva a relacionar la Atlántida con otro mito: Tartessos. Si bien los vestigios del reino tartésico nos dejan más muestras arqueológicas de su realidad mestiza con el pueblo fenicio.

¿Es la Atlántida nuestra legendaria Tartessos? Algunos investigadores de la Historia creen que si, el nivel de ambas culturas rozaba cotas altísimas, su riqueza mineral no tenían parangón, eran muy herméticos a otros pueblos y su fin casi se produjo de un día para otro… La respuesta es compleja pero todo parece señalar a nexos comunes entre ambas.

Conocemos por Tartessos a un antiguo reino cuya situación la ubican en la Vega Baja del Guadalquivir. Se dice que era la ciudad principal de Tarsis (o Tharsis) y en la que floreció una importante cultura urbana.

De próspera economía basada en la agricultura y la ganadería así como en su actividad más destacada que eran las explotaciones mineras, sobre todo en el comercio del estaño. Cuando los fenicios fundaron la ciudad de Gadir (Cádiz) hacia el 1100 a.C., los tartesios tenían una agricultura evolucionada, eran muy buenos navegantes y pescadores, tenían su propio alfabeto y trabajaban extraordinariamente los metales que obtenían de sus ricas minas de oro, plata , cobre y estaño. Minas consideradas como las más ricas del territorio…

Tradiciocionalmente Tartessos, o Tartesos, era considerado como “El Dorado” de las antiguas culturas; de gran progreso económico y sociocultural pero de ella aún se desconoce su real emplazamiento o ubicación. Son muchas las especulaciones y muy pocas las aportaciones sobre su localización exacta.

Para los fenicios el emplazamiento de la mítica ciudad era un secreto que condenaba a quién lo divulgara, sobre todo si tenemos en cuenta que se trataba de mantener el control sobre el comercio del estaño, metal tan apreciado en aquella época.

Hay numerosas referencias y escritos que hacen mención destacada de la antigua Tarsis (así las podremos encontrar en escritos semíticos, griegos, en la estela Nora (Cerdeña) y en la Bíblia) e incluso en la inscripción del emperador asirio Asharadón y que refuerzan la idea que la ciudad de Tartessos era mediterránea.

Hecateo de Mileto (s. VI a.C.) escribía sobre Tartessos como de un territorio en el que existían varias ciudades. Heredoto la enmarca dentro de la colonización y de la importancia fenicia y de sus relaciones comerciales con estos.

Por todos es conocido que los tartésicos comerciaron y negociaron con los fenicios y que en el siglo VII a.C. La cultura Tartésica fue descubierta por los griegos con lo que se intensificaron las relaciones marítimas y comerciales con el Mediterráneo Oriental.

Estrabón recoge para Roma, en su obra “Geografía”, descripciones del desaperecido reino tartésico (ya que nos encontramos en época del Imperio Romano cuando Iberia pasó a ser Hispania “el granero de Roma”) a nivel etnológico y en los dos siglos anteriores a Cristo. Justino, historiador galo contemporáneo de Augusto, comunica interesantes informaciones sobre una mítica civilización en el “saltus Tartessiorum” ,pero entra en el terreno de la más pura mitología clásica por lo que no se considera como una referencia directa a Tartessos.

Las pruebas arqueológicas apuntan a que Tartessos era, y estaba, localizada en una zona geográfica en el bajo Guadalquivir, entre Sevilla y Huelva, en la Edad de Bronce e inicios del Hierro. Era un pueblo culturalmente muy evolucionado y recibía las influencias directas de los pueblos colonizadores mediterraneos.

Pese a la “fragilidad” cronológica se dice que entre el s.IX y mediados s.VIII a.C. florece un importante enclave metalúrgico en Huelva (extracciones de oro, plata y cobre) que posteriormente se orienta hacia el comercio con los fenicios en lo que se constituiría como un importante foco de intercambio de metales por telas, productos de ganadería, agricultura, etc.

En este periodo de tiempo se cree que fue el que más influencia cultural sobre la cultura tartésica y de ahí sus influencias orientalizantes. Con el Estrecho de Gibraltar (o las Columnas de Hércules) controlado por los fenicios (potencia naval a partir del 970-936 c.C.) tras el reinado de Hiram I y Tiro con papel de gran relevancia) y sus influencias quedó cerrado a los griegos.

Los tartésicos tenían dos principales vías de distribución: la primera era a través de Huelva-Riotinto (Onuba) y la segunda a través de Cádiz (Gadir), su capital estaría ubicada en algún punto de la provincia de Sevilla. Se constituyó así un intercambio entre los tartésicos y los fenicios con los pueblos de oriente, se llevaban metales de Iberia a través de Kytión (Chipre) por rutas de Tiro a Gadir vía Cerdeña e Iberia y de vuelta por estas mismas o por Cartago y Utica.

También a nivel arqueológico se han encontrado importantes muestras de la cerámica de la época en la zona onubense-gaditana, aunque sería aventurado atribuirlo a la industria de la cerámica tartésica. Entre esas piezas destacan las de origen griego, fenicio y de afinidad tartésica.

Sin duda alguna, los restos arqueológicos de mayor importancia hallados, y de clara vinculación del pueblo tartésico al sur de nuestra península, lo encontramos en el hallazgo del denominado “Tesoro del Carambolo” en Sevilla y formado por innumerables piezas de cerámica y una importantísima colección de piezas de joyería en oro de clara tendencia oriental (con influencia fenicia) y sin ningún género de dudas pertenecientes a la cultura de Tartessos.

Hoy podemos encontrar numerosas piezas de este tesoro en la ciudad de Sevilla y en el Museo Arqueológico Nacional de Madrid, entre las que podremos admirar entre otras una magnífica placa pectoral en forma de piel de toro en oro de 24 kilates y de una cuidada elaboración ,collares de tendencia orientallizante, un brazalete en oro con placas soldadas (de un gran nivel técnico) o unos maravillosos candelabros de facturación exquisita.

Tal actividad tanto en la metalúrgica como en la cerámica ha llevado a concluir que estas dos eran las principales fuentes de comercio de los tartésicos con otros pueblos navegantes-comerciantes.

Parece evidente que Tartessos es una realidad más allá del mito, con indenpendencia del carácter de leyenda que se le ha querido otorgar durante siglos.

Así, Richard Freund tienes dos localizaciones destacadas para señalar la ubicación de la Atlántida: las costas de Cádiz o el entorno de Doñana. Para ello se va servido de la moderna tecnología por satélite para localizar, junto a los investigadores de la Universidad de Hartford, una serie de de anillos concéntricos que validarían la descripción que Platón de la mítica ciudad que desapareció las aguas tras un cataclismo.

Durante los siglos XIX y XX los arqueólogos e investigadores creyeron haber localizado el continente-isla perdido en otros lugares como la isla de Thera ( Santorini ) que fue aniquilada en unas horas debido a la explosión del volcán del que tomaba su nombre y que era cuna de riquezas y de la elevada cultura minóica, pero la aparición del tesoro del Carambolo en el Aljarafe sevillano hizo que la relación entre la Atlántida y Tartessos se uniera y muchos creyeran que ese trataban de una misma.

La actualidad de nuestro mundo del siglo XXI ha hecho que miremos a Oriente para comprobar como la fuerza devastadora de un tsunami acababa de un solo golpe con una ciudad, y parte del entorno costero, de Japón. Los relatos míticos dejaron de ser una leyenda para convertirse en una cruel, y constatable, realida.

Platón describe como una tragedia, un cataclismo marino, acabó con la isla en un solo día… Tal vez la realidad de la Atlántida no esté tan alejada de nuestra tierra como creemos y ese crisol cultural que es Andalucía también se funda con una leyenda llamada Atlántida.

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