SEVILLA 21.3.2020 / Jose Manuel García Bautista
Maurice Masse, agricultor, de 41 años, nunca olvidaría aquel lejano día del 1 de Julio de 1965. Estando en su finca escucha un extraño silbido y casi de inmediato comienza a descender una nave con forma de balón de rugby… Se apoyaba en seis patas y de él descienden dos extraños seres.
El agricultor acude intrigado por la curiosidad y aquellos dos seres de repente se asustan. Uno de ellos sacó una especie de cilindro, apuntó a Masse y le disparó un haz de luz que le deja paralizado…
Una vez que se le pasó el efecto paralizador de aquel rayo acudió a la gendarmería de la localidad de Valensole. La policía se desplazó hasta la zona y analizó la zona del aterrizaje. Allí pudieron encontrar unas marcas en el terreno, allá donde se había producido el aterrizaje. En torno al lugar el terreno aparecía mojado pero no había llovido desde hacía días.
El Grupo de Estudios de Fenómenos Aéreos (GEPAN) se desplazó a la zona y verificó los datos facilitados por Masse y la gendarmería.
Además hubo una serie de hechos curiosos: la vegetación no crecía en torno al lugar donde aterrizó la nave, las huellas se mantuvieron en la zona por mucho tiempo.
El siguiente punto de interés para analizar sería el propio Maurice Masse. El agricultor decía haber recibido el impacto de un rayo de luz perpetrado por uno de aquellos seres. Al principio sintió mareos y dolor de cabeza. El mítico investigador Aimé Michel centro su interés en él.
El agricultor era incapaz, desde el día del encuentro, de dormir cinco horas seguidas, además mostraba los mismos síntomas de las personas que han estado en contacto con campos electromagnéticos.
El GEPAN concluyó que aquella máquina generaba un potente campo electromagnético que dejó su “huella” en el terreno y en la persona. La fuente que generaba aquel poderoso campo electromagnético constituía todo un misterio.
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