SEVILLA 8.2.2020 / Jose Manuel García Bautista
Sucedió en Costa Rica, un 4 de Septiembre de 1971. En unas imágenes tomadas por un avión de actividad geográfica se capta una extraña nave, u OSNI, emergiendo de las aguas del lago.
Científicos como Jacques Vallée o Richard Haines se interesaron por el caso y analizaron las imágenes descubiertas por Ricardo Vilchez. Todo iba formando el grueso de un dossier que el profesor emérito de la Universidad de Stanford Peter Sturrok estaba creando.
La fotografía fue analizada y no había ningún género de dudas: se trataba de un objeto no identificado que parecía emerger del agua, era real y no se trataba de un montaje o truco fotográfico. Sus dimensiones eran de unos 210 metros de diámetro y su velocidad de salida se estimó en unos 3000 kms/h.
Aquel informe fue llevado al presidente de los Estados Unidos en 1998, Bill Clinton, pero su Administración decidió no hacer nada al respecto.
El estudio decía: “El análisis del negativo ha confirmado que nuestras iniciales sospechas de que el disco volador es ciertamente anómalo”.
Y es que el fenómeno OSNI es en el mar el equivalente al OVNI en los cielos: todo un misterio.
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