MÁLAGA 1.12.2019 / Jose Manuel García Bautista
Cuentan las viejas leyendas inglesas, que la última persona que es enterrada en un cementerio, se convierte en guardián del camposanto, velando por la seguridad de las almas allí congregadas.
Y así se mantiene hasta que un nuevo difunto es inhumado y ocupa el puesto del anterior vigía. En la necrópolis de San Georges se mantiene muy viva esta tradición, y son muchos los que creen en ella.
Paradójicamente, la última persona fallecida en este cementerio fue Antonio Alcaide, el que fuera guardián físico del mágico enclave, y que ahora, merced a lo que cuenta la leyenda, es guardián espiritual de los muertos allí enterrados.
Antonio, quién siguiera los pasos de su padre y abuelo en la custodia de San Georges, se ha convertido en el nuevo el guía de los difuntos, en aquel que ofrece luz espiritual a los que se sienten perdidos en el otro mundo.
Y parece que será así por mucho tiempo, ya que por decreto no se volverá a enterrar a nadie en la necrópolis inglesa.
La figura errante del guardián del cementerio ha sido observada por multitud de testigos.
No solamente ha sido contemplada vagando por los sinuosos caminos del camposanto por los vecinos que habitan viviendas colindantes con la necrópolis, sino que los propios turistas que han penetrado en sus dominios han sido protagonistas de lo insólito.
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