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El gigantesco palacio de Felipe IV demolido con saña por las tropas francesas

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La Unesco ha reconocido en Madrid un espacio que fue vertebrado originalmente por un conjunto arquitectónico destruido durante la Guerra de Independencia

El Buen Retiro en 1637, cuadro atribuido a Jusepe Leonardo.

La entrada del conjunto artístico y natural del eje El Prado-El Retiro este domingo en la Lista de Patrimonio Mundial de la Unesco salda una deuda con una ciudad que rebosa historia, pero sobre todo brinda la ocasión definitiva para impulsar un proyecto que lleva siendo postergado demasiados años: la rehabilitación del Salón de Reinos. «Hoy, por fin soy optimista; creo que en tres o cuatro años tendremos este magnífico edificio restaurado evocando lo que fue aquel palacio cuando se creó. Ojalá siga vivo para entonces, porque me gustaría mucho estar presente en la inauguración, en la culminación de una campaña de tantos y tantos años de mi vida. Es una historia de descubrimiento tras el abandono», aseguró el hispanista John Elliott el pasado mes de marzo en una entrevista con ABC.

El Rey Planeta

Felipe IV alargó el idilio de los Habsburgo con Madrid ordenando levantar un conjunto arquitectónico de grandes dimensiones para hacer las veces de palacio de «retiro» (de ahí su nombre). El Palacio del Buen Retiro empezó su construcción en 1630 en torno a un pequeño cuarto real de tiempos de Felipe II. El Rey Prudente había pedido al arquitecto Luis de Vega que construyera este cuarto junto a la iglesia de San Jerónimo para emplearlo durante los periodos de cuaresma, penitencia o luto. Por sugerencia de su valido, el Conde-duque de Olivares, Felipe IV amplió la construcción de su abuelo para incluir también un lugar de habitaciones para su esposa y aprovechando la cesión de una gran cantidad de tierras del político al convento jerónimo.

Plano de las fortificaciones francesas en el Buen Retiro.
Plano de las fortificaciones francesas en el Buen Retiro.

Olivares, nombrado alcaide del real sitio, dirigió personalmente las obras y, junto a Giovanni Battista Crescenzi y a Alonso Carbonell, convirtieron el pequeño proyecto en algo más monumental, un lugar que sirviera de retiro para que, en palabras del Rey, «yo y mis sucesores pudiéramos, sin salir de esta corte, tener alivio y recreación». La nueva residencia siguió el modelo del Alcázar, con una planta cuadrada con torres en las esquinas coronadas por chapiteles y un gran patio central. Las prisas de Olivares, sin embargo, dieron como resultado un palacio desparramado, anárquico en su estructura, sin un eje principal, pero de unas dimensiones impresionantes. Un poco lo que venía a ser el reinado del Rey Planeta… Un diplomático inglés criticó la mala planificación de un monumento que crecía a golpe de caprichos: «Habría sido de desear que lo hubiesen construido con menos precipitación, tanto para hacerlo más seguro como para haberle dado un aspecto algo más regio».

El epicentro del proyecto estaba en el Salón de Reinos, un recinto alargado de 34,6 metros de largo por 10 de ancho y 8 de alto, fue concebido como el gran salón de ceremonias y fiestas, un símbolo del poder pasado, presente y futuro de la dinastía. Según los testimonios recabados por los visitantes de este espacio ya desaparecido en su forma original, el interior estaba pintado de blanco, con arabescos dorados en las paredes. En la bóveda, precedida de numerosas ventanas, estaban situados los escudos de los veinticuatro reinos de la Monarquía española, toda una declaración de intenciones del valido, entonces sumido en su famosa «unión de armas» con la que buscaba implicar a todos los territorios hispánicos en la defensa del imperio.

Veintisiete pinturas encargadas para la ocasión decoraban las amplias paredes y, de paso, mandaban un mensaje a aliados y enemigos: España seguía siendo la potencia hegemónica. Esta colección, que vertebra hoy en día el Prado, estaba compuesta por doce grandes cuadros de batallas, entre ellas ‘La Rendición de Breda’ y ‘La recuperación de Bahía de Todos los Santos’; diez escenas de la vida de Hércules, considerado el legendario fundador de la dinastía, pintadas por Zurbarán; y cinco retratos ecuestres del pincel de Velázquez en torno a las figuras de Felipe III y Felipe IV, sus respectivas esposas y el Príncipe Baltasar Carlos, el malogrado heredero del Rey Planeta.

La destrucción del conjunto

El cambio de dinastías benefició al complejo. A su llegada a Madrid, Felipe V de Borbón se instaló en el solemne Real Alcázar, que en 1734 resultó destruido tras un incendio. El palacio medieval le pareció anticuado y desabrigado, por lo que incluso antes de empezar la construcción del actual Palacio Real la familia francesa ya empezó a pasar largas temporadas en el del Buen Retiro, que con su aspecto menos hosco y su cercanía a la naturaleza le recordaba a los palacios de Versalles y Marly, donde había pasado su infancia.

Si bien el primero de los Borbones encargó al arquitecto galo Robert de Cotte una serie de proyectos para renovar el palacio, lo complicado de la situación política y los altos costes impidieron que el complejo fuera rediseñado al estilo francés, con una entrada monumental y una remodelación completa de los jardines.

Las únicas obras que finalmente se realizaron estuvieran orientadas a remodelar el interior para adaptarlo a las necesidades y usos que exigía la etiqueta cortesana y al hecho de que, tras el incendio del Alcázar, era también sede del gobierno. Más de 300 cuadros salvados del fuego fueron trasladados al Retiro, lo que sumado a las nuevas adquisiciones borbónicas situó el palacio como uno de los epicentros mundiales del arte.

Aspecto de cómo será el Salón de Reinos tras la rehabilitación.
Aspecto de cómo será el Salón de Reinos tras la rehabilitación. – © Foster + Partners

El palacio se usó como residencia oficial de la dinastía hasta que, una vez terminado el Palacio Real en tiempos de Carlos III y Carlos IV, fue perdiendo importancia al mismo tiempo que el entorno floreció para un uso más popular dentro del programa ilustrado de estos reyes. Durante la Guerra de Independencia fue empleado por Napoleón como cuartel general de sus ejércitos. Los jardines fueron excavados y desmontados, los árboles talados y numerosos edificios del real sitio fueron demolidos o convertidos en arsenales.Durante la Guerra de Independencia fue empleado por Napoleón como cuartel general de sus ejércitos.

Tras ser testigos de varios combates, el recinto quedó prácticamente arrasado y en el siguiente reinado fue necesario demolerlo casi entero. Con el tiempo tan solo quedaron en pie el Casón (uno de los edificios que hoy ocupa el Museo del Prado) y el ala donde se ubicaba el Salón de Reinos (convertido durante muchos años en Museo del Ejército).

Adjudicado al equipo de Norman Foster y al estudio madrileño Rubio Arquitectura, un proyecto presentado en 2016 busca restaurar el Salón de Reinos del antiguo Palacio del Buen Retiro y encajarlo en el entorno del campus museístico formado por el Edificio Villanueva, el Edificio de Jerónimos, el Casón del Buen Retiro con el objetivo de recuperar el espíritu del Palacio del Buen Retiro.

Además de la peatonalización de varias calles colindantes, la rehabilitación del Salón de Reinos añadirá a la pinacoteca 5.700 metros cuadrados, de los que casi 2.600 son de superficie expositiva. Darán cobijo a probablemente unas doscientas obras que el museo no puede exponer por falta de espacio.

Fuente: última hora

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