SEVILLA 13.2.21 / Jose Manuel García Bautista
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En ocasiones los medios de comunicación son objetos de sucesos y fenómenos extraños que van más allá de la comprensión del ser humano. Psicofonías en antena o hechos inexplicables que llenan de inquietud a los trabajadores de un lugar que sospechan que no están solos…
En la década de los 90 del pasado siglo XX, el locutor Alberto Vaquero, que trabajaba en la calle Pintor Manuel Maldonado, de Cadena COPE, tiene una serie de vivencias difíciles de explicar. Le costaba trabajo conciliar el sueño y quizás todo venía motivado por lo que estaba viviendo en aquel lugar.
Comenzó a trabajar en COPE en el programa “Viva la noche”, un magazine nocturno. Se desplazaba a los estudios en dicha calle sin mayores contratiempos hasta que en una ocasión, mientras estaba en el ascensor, algo llamó su atención. Se arreglaba el pelo en el espejo y al llegar al bajo entró un señor en el ascensor asustándole por lo inesperado.
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-Me ha asustado usted, buenas noches.
A los que el señor respondió de forma seca:
-Buenas noches.
Aquel hombre vestía de negro, pelo canoso, unos 80 años. Era muy particular y nunca antes lo había visto por allí.
A los pocos días robaron en el edificio y el conserje fue preguntando a los trabajadores si habían visto a alguien sospechoso por allí. Alberto Vaquero recordó al misterioso personaje. El conserje entonces sacó una especie de ficha con las fotografías de vecinos, al llegar a uno de ellos lo identificó:
-Este es, dijo Alberto.
-Es imposible, este hombre murió unos días antes que tú entraras a trabajar. Repuso el conserje.
Una noche el miedo lo atenazó. Fumador que era dejaba abierta la puerta del estudio pillada por una silla, como cada noche hacía lo mismo pero al quitarse los auriculares vio que la puerta estaba cerrada, la silla no estaba en su sitio. Pensó que cualquiera la habría quitado de allí sin darse cuenta. Pero la mirar de nuevo la silla ocupaba su lugar inicial impidiendo que la puerta se cerrara.
Se asustó y cogió un destornillador y comenzó a revisar todas las estancias de la emisora, incluso iba advirtiendo en voz alta que saliera quién fuera, pero su búsqueda fue en vano.
Regresó al estudio, siguió su trabajo y la silla comenzó de nuevo aquel extraño juego de moverse del sitio donde se la dejaba.