El fantasma de la ouija -

SEVILLA 27.6.2020 / Jose Manuel García Bautista

¿Quiere pasar una noche de miedo?¿Desea conocer los sitios más misteriosos de su provincia o de su entorno más cercano? No es de extrañar que sean muchas personas las que sientan la extraña llamada del misterio, tal vez por ser lo inexplicado aquello que despierta la atención por lo desconocido, por lo oculto, por lo mágico, por lo ignoto.

Una de esas extrañas historias surge, casi sin esperarlo, en un domicilio en Sevilla, en el barrio de Sevilla-Este, dentro de uno de los conjuntos de los denominados ‘Edificios Giralda’. Durante años el inmueble había estado vacío, casi pesaba sobre él una ‘maldición’ sobre su venta pues toda la parcela de viviendas estaba vendida menos esa en cuestión.

Por azar, o por el destino, una pareja buscaba vivienda en la zona y encontró esta oportunidad a precio de ‘ganga’. Lo tenía todo: estaba cerca de sus respectivos lugares de trabajo, la ubicación era adecuada, tenía mucha luz y, de nuevo, el precio era el ideal.

Casi sin pensarlo lo compraron, firmaron la hipoteca y se prestaron a hacer una mudanza con la ilusión de aquellos que se van a vivir en su propia casa por primera vez.

Pasaron unos meses, la compra se realizó en el mes de junio y para noviembre de 2015 comenzaron a tener problemas. Vivían en un tercero, sobre ellos ya no había más pisos, sólo la azotea, pero por las noche sentían como si alguien pisara en la zona alta e, incluso, en el interior del propio piso.

Creyeron que podría tratarse de algún vecino que, en la noche, subía a la azotea a recoger la ropa por un tema de turnos de trabajo y no tener más opciones que hacerlo a esa hora. Lo curioso es que a la mañana siguiente allí no había ropa tendida.

El siguiente paso fue más intrigante pues un nauseabundo olor inundaba todo el piso por la noche “era como si un animal muerto estuviera en algún lugar de la casa” me decía Inma R. aun afectada. Debido a ello hablaron con la comunidad que mandó inspeccionar los bajantes por si el problema viniera de ahí, pero nada encontraron.

Rafael M. tuvo una experiencia una noche que lo dejaría sin habla: “serían las dos o una y media de la mañana y sentí como alguien decía de forma clara “ay, ay, ay”; era un quejido lastimero, de alguien como si lo estuviera pasando realmente mal. Creí que podía ser en el piso de al lado o abajo, pero entonces se encendió la luz del pasillo, sola. Pensé que había alguien en la casa y me levanté con una garrota que tengo en el dormitorio”. Al entrar en el salón comprobó como la luz estaba encendida y las revistas del revistero removidas. Al día siguiente consultó a su esposa si había dejado así las mismas pero ella respondió negativamente.

“El momento álgido sucedió cuando una noche, sobre las 23:30 h. sentimos como si alguien estuviera en el salón, y como tiraba las cosas, nos asomamos y vimos como las revistas volaban como si alguien las estuviera tirando. Entonces Rafael cogió el bate de béisbol y entró en el salón con cuidado, yo iba detrás de él, y vimos cómo había una especie de sombra negra, corpulenta, de más de un metro ochenta de estatura, que al nosotros entrar en el salón desapareció entre las cortinas que da a la ventana de la terraza. Fue terrorífico”, decía Inmaculada mientras aún se le ponían los bellos de punta.

Comenzamos a investigar la casa y nada reseñable había excepto un detalle que puede tener su importancia: el antiguo propietario del inmueble solía practicar sesiones de ouija en el salón. La ouija es un ‘juego’ que tiene mucho de componente psicológico, los más escépticos podría argumentar que poca relación puede tener, sin embargo los partidarios del popular ‘juego’ y sus daños ‘colaterales’ si hablan de una relación. Tal vez esa podría ser una explicación.

Otro detalle que avala a la misma es que el antiguo propietario dejó el piso tras una serie de desconcertantes sucesos -manifestación de entes y ruidos extraños- en el interior de la vivienda, el mismo tipo de experiencias que hoy día viven Rafael e Inma y sus inquietantes noches de misterio.