SEVILLA 14.3.2021 / Jose Manuel García Bautista
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Una historia bella como pocas es aquella en la que cada Martes Santo tiene como protagonista a un nazareno muy particular. En plena calle Mateos Gagos se alza una parroquia que toma su nombre de su popular barrio, de Santa Cruz, allí al acabar su efímero procesionar por las calle de Sevilla los hermanos se disponen a entregar su luz piadosa y regresar recogida y devotamente a casa.
Es en ese momento sublime de la noche, cuando se acaba casi la penitencia cuando encontramos a un hermano nazarenos que con su capirote bajo el brazo reza ante la imagen de su titular.
Pero algo llama la atención: todos los nazarenos se han marchado ya, las puertas permanecen cerradas y sólo unas pocas personas acaban de recoger en medio ordenar los enseres de la hermandad.
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…Una voz interrumpe el rezo de aquel hermano: “perdone, es tarde, nos tenemos que marchar” y aquel nazareno se levanta una mano con dos dedos alzados en señal de paz y sosiego, avanza unos pasos y desaparece…
Una, dos, o tal vez tres veces en 30 años pero aquel nazareno, sin saber nadie ni cómo ni por qué hace este extraño ritual ante la mirada atónita del testigo si este tiene la fortuna de tropezarse con este nazareno fantasma y su última oración.
Como si cada década apareciese una vez para hacernos ver que lo paranormal existe y que también tiene un corazón cofrade lleno de religiosidad, respeto y pasión más allá de la muerte.
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