MISTERIO

El enigma del poder de los faquires

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SEVILLA 15.12.2019 / Jose Manuel García Bautista

En muchas ocasiones, a buen seguro, se ha sorprendido con las proezas de personas que son capaces de ensartar su cuerpo con espadas y alfileres o acostarse en una cama de clavos o cristales.

De sus labios no surge ninguna expresión de dolor, ningún quejido, ningún lamento.

Se cree que es debido a su especial concentración, a estados mentales que van más allá de lo racional, más allá de lo que se puede explicar o de la tolerancia del ser humano y su cuerpo a determinados castigos a los que, voluntariamente, someten a su cuerpo.

El nombre que reciben estos virtuosos es el de ‘faquires’, y surgen de profundas zonas de, principalmente, la India, entre ritos tribales, supersticiones, leyendas, mística, ascetismo.

Estas personas son consideradas como prestidigitadores, videntes, santos, aunque en el resto del mundo los ven como una curiosidad, artistas que hacen un espectáculo de su dominio sobre el cuerpo o de trucos indescifrados que sorprenden al público.

Pero su secreto no ha sido desvelado, su misterio sigue inexplicado para la Ciencia, su control excede en mucho a cualquier otro tenido por el ser humano y sus prácticas superan en mucho a las más extremas que se puedan realizar… ¿Cómo lo logran?

Dentro del prodigio, de la religiosidad, del misterio, estos hombres son capaces de mil y una proezas. Se atribuyen a la meditación, al poder de la mente, a las fuerzas sobrenaturales, pero la verdad es que en todo ello subyace algo de Ciencia.

Se tumban sobre camas de clavos, colocan grandes pesos sobre él y, sin embargo, no sufren ni un solo rasguño, ni una sola marca visible.

Son capaces de caminar sobre brasas ardientes, clavarse ganchos en los pechos y tirar de carros cargados de personas, tienen el don de levitar, son enterrados vivos durante horas, o días, y salir de su improvisada sepultura tiempo después indemnes.

En casos extremos se han llegado a amputar miembros y que estos les crezcan, más parece un truco de magia que una reacción natural del organismo humano.

Se sabe que los primeros faquires, los surgidos en el seno de la cultura mística de la antigua India eran iniciados de una orden mendicante sufí, tenían una vida retirada, apartada de la sociedad, practicaban –por tanto- el ascetismo, habían hecho voto de pobreza y se les consideraba como hombres santos.

Habían renunciado a las riquezas, a las propiedades materiales, cuando se les encontraba por un camino eran saludados y destacaba de ellos que por indumentaria sólo llevaban un taparrabos.

No tenían un lugar fijo, iban de pueblo en pueblo ayudando a las personas, tratando de curar a los enfermos –en algunos casos lograron curaciones realmente milagrosas- y también entreteniendo con sus cuerdas levitadoras.

De ahí es, quizás, donde los faquires pierden un punto de credibilidad pues cuando se conoce de su existencia en Europa o América se les atribuye un sentido, un significado, casi circense.

De ahí es la analogía que se tiene de ellos como artistas, como magos, como una atracción donde la herramienta del asombro es su propio cuerpo.

Uno de esos faquires que superaron el umbral de la popularidad fue Sai Baba, misterioso y polémico al 50%.

Nacido en el año 1926 su nacimiento ya estuvo marcado por leyendas, quizás por esa elevación que se le quiso hacer para estar a la altura de dioses como Krishna o Mitra, y quizás se exageró porque no debía ser para tanto…

Las leyendas sobre su nacimiento y los fenómenos que ocurrieron en torno a él son variadas, se dice que bajo su cuna surgió una cobra venenosa y, de repente, comenzaron a tocar diferentes instrumentos musicales sin que nadie actuara sobre ellos.

También se dice que del cielo llovieron pétalos de rosas que inundaron con su olor todas las estancias donde se encontraba haciendo ver a todos que se trataba de alguien muy especial.

Fue en 1963 cuando surge una sorprendente noticia: Sai Baba era la encarnación de Shiva y Shakti, dos dioses que representan lo masculino y lo femenino.

Así comenzó a ser visto como una especie de semi-dios, un dios viviente. Sería una especie de avatar dentro de su religión, el hinduismo, y una encarnación divina ordenada directamente por el dios supremo Brahma.

En ese marco comenzó un camino en el que trataba de demostrar las dotes con las que había sido ‘bendecido’, entre ellos la capacidad de devolver a vida a un muerto, cosa que cuentan que llegó a lograr.

Pero en todo ello la Ciencia tendrá algo que decir. Lo primero que intenta es analizar el fenómeno in-situ una vez que se tiene recopilada la documentación.

En el caso de Sai Baba fue imposible al no permitir éste ningún estudio sobre la naturaleza de los fenómenos que es capaz de producir. Desde la Indian Rationalist Association (IRA) se realizó un curioso experimento: se disfrazaron como faquires y comenzaron a visitar diferentes pueblos y aldeas bajo el aura que confiere, en los habitantes, el faquirismo.

Fueron capaces de desarrollar trucos por el cual podían caminar sobre el fuego –brasas ardientes- o tumbarse sobre cristales. Ello sorprendió a todos, más aún cuando demostraron que no eran faquires sino científicos.

Pero no se puede generalizar y tildar de farsantes, que se aprovechan de las supersticiones o creencias, para conseguir dinero en limosnas.

Hay personas que realmente han demostrado unas características excepcionales y a los que la Ciencia no ha podido encontrar, nuevamente, una explicación razonable.

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