MISTERIO

Apariciones espectrales de animales

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SEVILLA 12.9.2020 / Jose Manuel García Bautista

Dicen del perro que es el mejor amigo del hombre, fiel acompañante que nos proporciona grandes experiencias y momentos a lo largo de su vida. Algunas veces esa fidelidad, ese cariño va más allá de su propia muerte.
Puede que sólo fuera producto del momento o de la sugestión, lo cierto es que nuestra protagonista iba a tener una experiencia que la dejaría vivamente impresionada.

Tenía un chalet en las afueras de Sevilla, en una localidad próxima a la capital. Solía pasar allí las temporadas de verano, cuando el calor aprieta y se agradece la frescura del campo y la piscina. Tenía un perro, un elegante pastor alemán, que solía seguir a Marta (nuestra protagonista) allá donde fuera. El animal estaba perfectamente enseñado: era dócil, jugaba con los niños, buen vigilante y muy cariñoso.

Pero el tiempo no pasa por nadie y tanto Marta como aquel animal iban envejeciendo. Ella con problema de azúcar tenía que estar muy controlada, y el animal notaba el paso del tiempo. Así las cosas una noche el animal se arrinconó y comenzó a respirar con dificultad.

La familia temió lo peor y lo llevaron al veterinario que les dijo que poco se podía hacer por él, dejarlo y que muriera sin traumas (mediante una inyección) o que muriera asfixiándose. Era una difícil elección, nadie quería dar aquel paso tan dramático y menos con su fiel amigo, pero tampoco querían que sufriera; optaron por la primera vía y en poco tiempo aquel animal murió.

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Con la pena de la muerte del animal regresaron a casa donde se apresuraron en enterrar al animal cerca del parque de juegos de los niños, de los nietos. Con las semanas erigieron un monolito con el nombre del pastor animal: Rocky. Y no volvieron a tener otro perro, el recuerdo -y el mal trago final- les persuadió para que no lo hicieran.

Una noche Marta se notó mal, notaba como se mareaba y sentía una sensación extraña en el cuerpo. Su marido había ido a la freiduría del pueblo a comprar algo de cenar; ella se notaba mal por momentos y cayó al suelo perdiendo el conocimiento. Entonces, a lo lejos, comenzó a sentir como algo “le chupaba la cara” y “lloraba al lado de ella”, como lo hacía Rocky cuando le había sucedido lo mismo en otras ocasiones.

Apenas podía moverse, el móvil lo había dejado en el dormitorio y no podía ni levantarse, sólo acertó a decir: “Rocky, tráeme el móvil”, y en menos de un minuto sintió como algo le daba en la mano, como si se lo empujaran. Era el teléfono móvil. Marta logró mover el brazo y pulsar la llamada de emergencia que, a la postre, le salvó la vida.

No sabe explicar cómo pasó aquello, que fue lo que vivió y lo que la ayudó, juraría que fue su perro y, de ningún modo, acepta que el móvil lo pudiera haber llevado ella encima. Su perro había muerto hacía unas semanas y, sin embargo, la había ayudado.

En el monolito han sembrado un rosal, quizás para que Rocky sienta que en aquella casa, en aquella familia, aún se le recuerda más allá de su muerte.

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