En las tierras gaditanas donde ondula el horizonte, se despliegan los campos de olivos y las laderas se tiñen discretamente de blanco, emerge el monumental castillo de Olvera
Redacción: 19/01/2022
Según El Mira, La revista National Geographic ha elaborado su tradicional lista con los 100 pueblos más bonitos de España. Y en esa lista se encuentran cuatro localidades de Cádiz: Vejer, Olvera, Setenil y Zahara de la Sierra.
Vejer
Es el Mirador de la Cobijada desde donde se disfruta de una de las mejores panorámicas del pueblo. Es buen lugar donde comenzar a recorrer el que para muchos es el más bello de los «pueblos blancos» de Andalucía. Una aventura entre calles laberínticas, fachadas encaladas y azulejos de estilo nazarí.
Enclavado a orillas del río Barbate, durante un poco más de cinco siglos, Vejer fue dominio musulmán, de ahí su entramado de calles al modo de una medina. El casco antiguo, amurallado y elevado a 200 m de altura, está declarado Conjunto Histórico-Artístico. No existe un rincón al que le falte su correspondiente maceta. Aquí, patios y balcones son motivo de orgullo.
Enfrente del mirador está el Arco de la Puerta Cerrada, uno de los cuatro accesos a la zona amurallada. Más arriba, el Castillo remata la silueta del pueblo. Adosado a la cara exterior del Convento de las Monjas Concepcionistas (actual Museo de Tradiciones y Costumbres vejeriegas), se halla uno de los rincones más fotografiados, el Arco de las Monjas.
Olvera
En las tierras gaditanas donde ondula el horizonte, se despliegan los campos de olivos y las laderas se tiñen discretamente de blanco, emergen el monumental castillo de Olvera y la iglesia de Nuestra Señora de la Encarnación. Ambos resguardan una mole de luz a 640 m sobre el nivel del mar, haciendo de Olvera un excelente mirador de la Sierra de Cádiz.
En el primitivo casco de la ciudad se asienta el barrio de la Villa, con un característico trazado laberíntico y lienzos de muralla que recuerdan su pasado andalusí. De la plaza del Ayuntamiento se puede salir por un arco pegado a la calle Calzada, que conduce por una rampa escalonada hasta la amplia plaza de la iglesia. A un lado, Nuestra Señora de la Encarnación, al otro, el castillo y, en medio, un mar de sierras y campos de olivos que producen el aceite Denominación de Origen Sierra de Cádiz.
La percepción del entorno mejora todavía más cuando se accede al mirador de la iglesia, sobre el cual se alza la construcción neoclásica. En la plaza, también se encuentra el edificio de la «Cilla», que se usó como granero y cárcel y que ahora alberga la sede del Museo la Frontera y los Castillos. Precisamente a un paso se alcanza la fortaleza musulmana del siglo XII donde se mantienen en pie la torre del homenaje y el aljibe.
Setenil
La geología y la arquitectura hicieron un pacto para moldear el trazado urbano de Setenil de las Bodegas, un pueblo en el que las casas se dan cabida tanto encima como debajo de la roca. Y el responsable es su incansable diseñador, el río Guadalporcún, que ha dejado su huella a su paso por la Sierra de Cádiz. Hubo un tiempo en el que el río era la calle principal de esta localidad gaditana, donde los vecinos limpiaban las ropas y se daban baños.
En este mágico escenario jalonado de tajos destaca la calle Cuevas del Sol, donde las casas comparten espacio con las terrazas de los bares que reposan al abrigo de la roca. En paralelo y al otro lado del río Trejo, en el callejón Cuevas de la Sombra, el cielo queda completamente cubierto bajo la roca. Ambos forman parte de un trazado de origen medieval almohade, que rezuma también en la fortaleza que corona Setenil de las Bodegas en lo alto de la angosta Calle Villa.
Desde él, la piedra caliza que vertebra el terreno se abre paso hacia una de las mejores postales del pueblo: las casas de cal blanca, los olivos de fondo y una monumental torre del Homenaje junto a la iglesia de Nuestra Señora de la Encarnación.
Zahara de la Sierra
Pinceladas sueltas de verdes, pardos y blancos colorean el lienzo que conforma el embalse Zahara-El Gastor a los pies de este pueblo gaditano. Visible desde sus aledaños y desde las balconadas de sus callejuelas, el trazo impresionista refleja en el agua una colmena de casas blancas encaramadas en la ladera de la sierra del Jaral. Construcciones que reposan al abrigo de la torre del Homenaje que, junto a algunos tramos de muralla, conforman la herencia de la antigua fortaleza nazarí.
Al descender por los angostos callejones, uno se cita con miradores como el de la calle Olvera o el del Jardín de los Pinsapos, desde donde contemplar el Parque Natural de la Sierra de Grazalema. También con la iglesia de Santa María de la Mesa, el Ayuntamiento y la imprescindible Torre del Reloj, anexada a la ermita de San Juan Letrán.
Su arco de medio punto y las tres campanas que coronan la fachada presiden la plaza de San Juan, llena de vida gracias a los bares que se extienden por su vía homónima. Paralela, discurre la calle Ronda, con tabernas y tiendas de artesanías.